martes, 29 de diciembre de 2015

CONVOCATORIA SELECCIÓN DE TEXTOS TIEMPOS OSCUROS Nº7



  
CONVOCATORIA SELECCIÓN DE TEXTOS TIEMPOS OSCUROS Nº7

La Revista Digital Tiempos Oscuros (Un panorama del Fantástico Internacional) tiene el placer de dar a conocer la convocatoria para confeccionar su séptima entrega, un número dedicado en su totalidad a mostrar el panorama de la literatura fantástica de México.
Es por ello que todos aquellos escritores mexicanos que deseen participar en la selección de los textos que compondrán el número siete de la revista digital Tiempos Oscuros deberán atenerse a las siguientes bases.

BASES
1. Podrán participar todos aquellos escritores mexicanos residentes o no en su país de origen, con obras escritas en castellano.
2. Los textos deberán ser afines al género fantástico, la ciencia ficción o el terror.
3. Los trabajos, cuentos de entre 5 a 10 páginas, deben estar libres de derechos o en su defecto se aceptarán obras con la debida autorización del propietario de los derechos de la misma.
4. Los trabajos deberán enviarse en documento adjunto tipo doc (tamaño de papel DinA4, con tres centímetros de margen a cada lado, tipografía Time New Roman puntaje 12 a 1,5 de interlineado). Dicho archivo llevará por nombre título + autor de la obra y junto a él se incluirá en el mismo documento plica que incluirá los siguientes datos: título del cuento, nombre completo, nacionalidad, dirección electrónica, declaración de la autoría que incluya el estado del texto (si es inédito o si ha sido publicado, en este segundo supuesto deberá incluir dónde se puede encontrar y las veces que ha sido editado, tanto si es digital como en papel, y si tiene los derechos comprometidos se deberán incluir los permisos pertinentes). Junto a todos estos datos también pedimos la inclusión de un breve currículum literario que será publicado en la revista y una fotografía del autor si lo desea para el mismo fin.
5. En ningún supuesto los autores pierden los derechos de autor sobre sus obras.
6. La dirección de recepción de originales es:
revistatiempososcuros@yahoo.es
En el asunto deberá indicarse: COLABORACIÓN TIEMPOS OSCUROS Nº7
7. Las colaboraciones serán debidamente valoradas con el fin de realizar una selección acorde con los intereses de la publicación.
8. Los editores se comprometen a comunicar a los autores, que envíen sus trabajos, la inclusión o no del texto en la revista. Nos encantaría poder incluirlos todos pero nos hacemos al cargo sobre el volumen de textos que se podemos llegar a recibir.
9. Todos los trabajos recibirán acuse de recibo.
10. La participación supone la total aceptación de las normas.
11. El plazo de admisión comenzará desde la publicación de estas bases y finalizará el 1º de junio de 2016. (No se admitirán trabajos fuera del plazo indicado).

Ricardo Acevedo Esplugas
Carmen Rosa Signes Urrea
Directores de la Revista Digital Tiempos Oscuros


miércoles, 16 de diciembre de 2015

A puerta cerrada por Francisco Lezcano Lezcano

Ilustrado por Carmen Rosa Signes Urrea (España)


Los dos hombres tenían, uno cara de ciruela y el otro de tortuga; vestían pantalón de gala y  chalecos doraditos. Se cubrían con sobrero de copa aterciopelado, azul marino. Caminaban el uno al lado del otro, dignos y al unísono, con andares de pingüino y escarabajo. Mientras avanzaban se intercambiaba de vez en cuando, sonrisas de perfecta facturación protocolaria. Sabían que un buen presidente debe hacer honor a todos los dentífricos del mundo.
Cuando alcanzaron la Gran Puerta, que indicaba el fin del camino y la entrada al recinto de las Discusiones Trascendentales, se detuvieron para cederse mutuamente el paso...pero no se ponían de acuerdo...
—Usted primero.
—¡De ningún modo! ¡Pase, por favor!
—¡Señor!..
Forcejearon cabeza contra cabeza, casi como dos carneros. Fue cosa de segundos. El más gordo consiguió hacer pasar al otro a empellones, más o menos disimulados con reverencias y gesticulaciones que pretendía corteses y bondadosas.
La sala rebosaba documentos amontonados en desorden total. Legajos y más legajos. Estancias, con precinto de urgente, languideciendo en el olvido. Documentos y documentos con esa tonalidad ictérica propia del papel envejecido. Mesas, sillas, armarios, el suelo... estaban cubiertos de una gruesa epidermis de polvo compacto. Casi fósil.
Los personajes se adentraron en el dédalo, forzados a grotescas piruetas para salvar los obstáculos, haciendo a la vez grandes esfuerzos por no peder la compostura presidencial.
Se quitaron las chisteras y las soltaron donde mejor pudieron. Luego, tomando asiento a ambos lados de la enorme mesa de conferencias, iniciaron su primer trabajo: quitar a guantazos el polvo del contorno. Al terminar, uno de ellos preguntó:
—¿Quiere usted fumar mientras reflexionamos  cómo salir de la crisis?
—¿Y usted?
—Sí, claro.
 Al mimo tiempo sacaron las pitilleras, cuyas incrustaciones de valor destellaron a la luz mercurial del ambiente. Durante varios segundos permanecieron estáticos, el uno frente al otro, en actitud de hábiles prestidigitadores.
—Elija del mío. Le aseguro que es el mejor tabaco. Brasileño de verdad.
—Creo que se equivoca en lo de la calidad. El mío es mejor. Lo cultivan en mi propio país.
—Me permito señalarle que no tiene razón porque...
—Disculpe que le corte... pero la calidad del tabaco que le ofrezco es el que permitirá...

La discusión era absurda, y lo peor es que se complicó hasta hacerse acalorada. Las palabras de pronto se ennegrecieron. Los respetables representantes del Orden Nacional se enzarzaron en una grotesca lucha de esfuerzos y argucias para colocarse mutuamente un cigarrillo en los labios, dispuestos a conseguirlo a viva fuerza, por orgullo patrio, por razones de prestigio. A Puerta Cerrada, prosiguieron con su forcejeo rodando entre libros y papeles.
—¡Imbécil ! ¡Me las va usted a pagar!.- gruñó el de la cara de ciruela, con la voz  sofocada bajo un ejemplar del cotidiano “Libertad”.
¡Esto es un ultraje a mi Nación ¡
En el la baraúnda no se sabía quien hablaba, si el uno o el otro. ¿ Pero que más da?.
—¡Usted si que es un hijo de...
!Mientras tanto en la calle, periodistas del mundo esperaban el resultado del encuentro a Puerta Cerrada, puestas todas las esperanzas en los dos poderosos mandatarios.
El menos fuerte en el forcejeo, creo que el de cara de tortuga, eligió la vía drástica para establecer el orden y guardar su prestigio.. Con veloz movimiento sacó de su axila izquierda una pequeña pistola y apretó el gatillo, alcanzando a su colega político en pleno esternón. Cigarrillo en ristre, permaneció en pie con un gesto de asombro. El tiro había sido malo. El herido dejo caer el cigarrillo y señaló con un índice a su agresor. El dedo emitió un chasquido y escupió una bala con piel de cianuro. El proyectil digital incrustado en la frente sorbió la vida con ansia de esponja. El hombre del dedo mortífero, tambaleándose, se pude a buscar con ansia entre legajos amontonados hasta encontrar lo que deseaba: un teléfono rojo. Lo cogió entre sus manos crispadas y a duras penas marcó un número. Los electrones corrieron por el cable hasta otro teléfono gemelo, allá, sobre una lejana mesa tras la cual un jerifalte sentado indolentemente, se entretenía haciendo pajaritas de papel. Al oír el zumbido soltó a medio doblar la que tenia entre manos y alargó, si prisa, su brazo hacia el aparato.
—¿Diga? Aquí Código Apocalipsis.
Las palabras del herido llegaron a borbotones. Se daba una orden, la cual a pesar de ser pavorosa, no pareció alterar al displicente que, bostezando se dispuso a cumplirla.
—Okay. A sus ordenes mi presidente. Código Rojo en activo. Viva la Patria.
El jerifalte pulso con su pulgar el botón a destellos cárdenos que brillaba sobre su mesa.
Un rugido se puso en marcha. Pequeñas máquinas le musitaron una espantosa orden a otras  máquinas. Águilas de aluminio preñadas de megamuertos alzaron el vuelo. Miles de seres humanos extendieron sus brazos intentando abrazarse a la última brizna de vida. Quedaron las manos petrificadas en un gesto eternizado implorador de piedad. Silencio.
El hombre del dedo fatídico cayó de espaldas, agitó brazos y piernas como una cucaracha  víctima del DDT y carraspeó con su último aliento.
—Cretino de mierda...quererme...hacer tragar... su basura de cigarrillo.



Sobre el Autor:

Francisco Lezcano Lezcano (Barcelona, España, 1934) es un polifacético artista: Pintor, dibujante, poeta, escritor de Ciencia-Ficción, escultor, muralista, actor, pionero de la fotografía submarina.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Revista digital miNatura 147 (Castellano e inglés)


La sombra de H. G, Wells se hace muy palpable en la católica España de principios del siglo XX, donde Carlos Mendizábal y Brunet escribió: Elois y Morlocks (Barcelona, 1909), una continuación de las peripecias del viajero del tiempo, al que Mendizábal bautiza con el nombre de Bryan Blondel, quien en compañía de su hermano Zacarías realiza en su máquina del tiempo un nuevo viaje al futuro. En esta ocasión a un futuro cercano que tan solo alcanza la distancia de un siglo. [José  Carlos Mainer, La edad de plata]
Obras como La Isla del Doctor Moreau (Revista Literaria: Novelas y Cuentos, 1943) lograron pasar la censura con apenas un: “Novela fantástica hasta lo inverosímil en la que es tanta la fantasía que no ataca a nada. En ella se inspiró la película La isla de las almas perdidas que tanto hacía reír.”
Gracias a sus “excesos” de fantasía los siempre celosos guardianes del decoro y las buenas costumbres, dejaron pasar sus ideas sobre el socialismo y el sexo… No olviden que en  Men like Gods (1932) hay una excelente descripción de un ménage à quatre.
Libre pensador, socialista, ateo y defensor del amor libre nuestro Herbie terminó desilusionado (como su homólogo Verne) al ver como sus premoniciones ficticias se hacían realidad con Hiroshima y Nagasaki.

Revista Digital miNatura Nº 147 Dossier Universo H. G. Wells
La Revista de los Breve y lo Fantástico
Asociación Cultural miNatura Soterrània
ISSN: 2340-977
Directores: Ricardo Acevedo Esplugas y Carmen Rosa Signes Urrea
Editor: Ricardo Acevedo Esplugas
Portada: H. G. Wells / Rubén Paricio Font (España)
Contraportada: H. G. Wells / Pedro Belushi (España)
Diseño de portada: Carmen Rosa Signes Urrea
Las colaboraciones deben ser enviadas a: minaturacu@yahoo.es

Sumario:
01/ Portada: H. G. Wells / Rubén Paricio Font (España)
02/ FrikiFrases
03/ Editorial
05/ Convocatoria selección de textos Tiempos Oscuros Nº6 Uruguay
Entrevista:
08/ Alan Grant: Charlando con un guionista de cómic / M. C. Carper (Argentina)
23/ Póster: Memorias de un Morlock / José Manuel Puyana Domínguez (España)
24/ Sumario
27/ Miedo, Mentiras y Tinta China: Ir de trípode / Evandro Rubert (Brasil)
Cuentos:
28/ La máquina del tiempo / H. G. Wells (Inglaterra)
29/ Nueva Generación /  Salvador Bayarri (España)
30/ La visita maravillosa / H. G. Wells (Inglaterra)
31/ Azul / Teresa P. Mira de Echeverría (Argentina) / Ricardo Acevedo Espulgas (Cuba)
32/ La isla del doctor  Doctor Moreau / H. G. Wells (Inglaterra)
33/ Bajo el delgado barniz humano / Francisco José Segovia Ramos (España)
34/ El hombre invisible / H. G. Wells (Inglaterra)
35/ La isla de las gaviotas / Jaime Magnan Alabarce (Chile)
36/ La guerra de los mundos / H. G. Wells (Inglaterra)
37/ Invasión extraterrestre a México (La segunda conquista) / Tomas Pacheco estrada (México)
38/ Los primeros hombres en la luna / H. G. Wells (Inglaterra)
39/ El encargo /  Sebastián Ariel Fontanarrosa (Argentina) / Carmen Rosa Signes Urrea (España)
40/ El nuevo acelerador / H. G. Wells (Inglaterra)
41/ Proyecto H. G. Wells /  Morgan Vicconius Zariah —seud.— (República Dominicana)
42/ El alimento de los dioses / H. G. Wells (Inglaterra)
43/ Corona vacante / Pablo Martínez Burkett (Argentina)
44/ No un hombre invisible / Juan Pablo Noroña Lamas (Cuba / USA) / Carmen Rosa Signes Urrea (Spain)
45/ El último viaje del viajero del tiempo /  Francisco José Segovia Ramos (España)
46/ La máquina del tiempo: Pasado, presente y future / Julieta Moreyra (México)
47/ Regreso en el tiempo a un pasado ficticio /  Odilius Vlak —seud.— (República Dominicana)
48/ La teoría del caos, que no es tal /  Jaime Magnan Alabarce (Chile)
49/ Éxodo /  Lidia Soca Medina (Cuba)
49/ Steel Monkey / Salomé Guadalupe Ingelmo (España)
50/ Los nuevos dioses /  Francisco José Segovia Ramos (España)
51/ La nave bermeja /  Violeta Balián (Argentina)
52/ La mano / María José Gil Benedicto (España)
53/ Periplo: El Tiempo / Mari Carmen Caballero Álvarez (España)
54/ Diario de guerra /  Omar Martínez (Cuba)
55/ Pacifista /  Francisco José Segovia Ramos (España)
56/ Jonathan H. Corvus / Teresa P. Mira de Echeverría (Argentina)
57/ La solución / Diego Galán Ruiz (España)
57/ ¿Realidad o fantasía? / Mª Del Socorro Candelaria Zarate (México)
58/ Ave / Carlos Enrique Saldivar (Perú)
60/ El tiempo equivocado / Margarita Agut Gimeno (México-España)
61/ Rebelión Morlock / Manuel Santamaría Barrios (España)
61/ Comida / Guillermo Echeverría (Argentina)
62/ En el país de los ciegos / Carlos Enrique Saldivar (Perú)
63/ La deseable invisibilidad del ser / Israel Santamaría Canales (España)
64/ La víspera de la guerra / Amilcar Rodríguez Cal (Cuba)
66/ Los días de la ira en la madriguera de los réprobos / Guillermo E. Vidal (Argentina) / Carlos Enrique Saldivar (Perú)
66/ La paradoja Wells / Marc Sabaté Clos (España)
67/ Preludio y fuga en do mayor (sin ayuda de Bach) / Fernando Morote (Perú)
68/ Malditos especímenes / Carlos Enrique Saldivar (Perú)
69/ Salamandra                / Patricia Mejías  Jiménez (Costa Rica)
70/ Camino a un nuevo hogar / Marcia Morales Montesinos (Perú)
71/ Tras el regreso / Ricardo Manzanaro (España)
71/ La puerta verde / Carmen Rosa Signes Urrea (España) / Ricardo Acevedo Esplugas (Cuba)
Poemas:
73/ Identidad / Dolo Espinosa (España)
75/ Profecía / Dolo Espinosa (España)
77/ La Isla del Doctor Moreau / Edgar Alejandro Romero Vargas (México)
Artículos:
79/ Personaje H. G. Wells / José Manuel Puyana Domínguez (España)
82/ Los mundos de H. G. Wells / Julieta Moreyra (México)
87/ La Biblioteca del Nostromo: NM Ciencia Ficción, Fantasía y Terror #38; Axxón Ciencia Ficción en Bits #267; TerBi Asociación Vasca de Ciencia-Ficción, Fantasía y Terror #10; The Ironic Fantastic #5; Antes de Akasa-Puspa (Sportula); What's Up, Doom? (Saco de Huesos); Las cosas son diferentes en Arkham; Hela (Triskel Ediciones)
94/ Sobre los Escritores e Ilustradores
110/ Sobre las Ilustraciones
111/ Contraportada: H. G. Wells / Pedro Belushi (España)

Sobre las ilustraciones:
Pág. 01 H. G. Wells / Rubén Paricio Font (España)
Pág. 22 Memorias de un Morlock  / José Manuel Puyana Domínguez (España)
Pág. 27 Fear, Lies & China Ink: Go by tripod / Evandro Rubert (Brasil)
Pág. 28 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
Pág. 31 Hundimiento de una era / Carmen Urios (España)
Pág. 34 Cities of tomorrow / Hugh Ferriss (EE.UU.)
Pág. 36 The War of the World (edición belga, 1906) / Henrique Alvim Corrêa (Brasil)
Pág. 42 American Scientist (1800)
Pág. 50 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
Pág. 55 The War of the World (edición belga, 1906) / Henrique Alvim Corrêa (Brasil)
Pág. 59 Cities of tomorrow / Hugh Ferriss (EE.UU.)
Pág. 65 La Guerre au vingtième siècle (1887) / A. Robida (Francia)
Pág. 67 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
 Pág. 71 Cities of tomorrow / Hugh Ferriss (EE.UU.)
Pág. 73 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
Pág. 75 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
Pág. 77 La Vie Électrique / A. Robida (Francia)
Pág. 111 H. G. Wells / Pedro Belushi (España)

Y para el próximo número:
DEEP WEB
(Colaboraciones hasta el 25 de diciembre)






The shadow of H. G Wells is very palpable in Catholic Spain in the early twentieth century, where Carlos Mendizábal y Brunet wrote: Elois y Morlocks (Barcelona, 1909), a continuation of a time traveler adventures, which Mendizabal named with the name of Bryan Blondel, who together with his brother Zachary done in his time machine a new journey into the future. On this occasion the near future that only reaches the distance of a century. [José Carlos Mainer, La edad de plata]
Works such as The Island of Dr. Moreau  (Revista Literaria: Novelas y Cuentos, 1943) made it through censorship with just one "fantasy novel in which fantasy is so improbable does not attack to anything. It inspired the movie The Island of Lost Souls who make us laugh so much."
Thanks to their "excesses" of fantasy ever-jealous guardians of decorum and decency, they let their ideas on socialism and sex ... Do not forget that in Men Like Gods (1932) there is an excellent description of a ménage à quatre .
Free thinker, socialist, atheist and advocate of free love our Herbie ended disappointed (as his counterpart Verne) to see their fictitious premonitions came true with Hiroshima and Nagasaki.

Revista digital miNatura 147 Dossier H. G. Wells Universe
The magazine of the Brief & Fantastic
Asociación Cultural miNatura Soterranìa
ISSN: 2340-977
Directors: Ricardo Acevedo Esplugas y Carmen Rosa Signes Urrea
Editor: Ricardo Acevedo Esplugas
Main cover: H. G. Wells / Rubén Paricio Font (Spain)
Back cover: H. G. Wells / Pedro Belushi (Spain)
Cover design: Carmen Rosa Signes Urrea
Contributions should be sent to: minaturacu@yahoo.es

Summary:
01/ Cover: H. G. Wells / Rubén Paricio Font (Spain)
02/FrikiFrases
03/ Editorial
05/ Convocatoria selección de textos Tiempos Oscuros Nº6 Uruguay
Interview:
08/ Alan Grant: Chatting with comic book writer / M. C. Carper (Argentina)
21/ Poster: Memorias de un Morlock  / José Manuel Puyana Domínguez (Spain)
22/ Summary
23/ Fear, Lies & China Ink: Go by tripod / Evandro Rubert (Brazil) 
Stories:
25/ The Time Machine: An Invention / H. G. Wells (England)
26/ New Generation / Salvador Bayarri (Spain)
27/ The Wonderful Visit / H. G. Wells (England)
28/ Blue / Teresa P. Mira de Echeverría (Argentina) / Ricardo Acevedo Esplugas (Cuba)
29/ The Island of Doctor Moreau / H. G. Wells (England)
29/ Under the thin human varnish / Francisco José Segovia Ramos (Spain)
31/ The Invisible Man. A Grotesque Romance / H. G. Wells (England)
32/ The island of seagulls / Jaime Magnan Alabarce (Chile)
33/ The War of the Worlds  / H. G. Wells (England)
34/ Alien invasion to Mexico (The second conquest) / Tomas Pacheco estrada (Mexico)
35/ The first men in the moon / H. G. Wells (England)
35/ The commission / Sebastián Ariel Fontanarrosa (Argentina) / Carmen Rosa Signes Urrea (Spain)
36/ The New Accelerator / H. G. Wells (England)
37/ Project H. G. Wells / Morgan Vicconius Zariah —seud.— (Dominicana
 Republic)
38/ The Food of the Gods and How It Came to Earth / H. G. Wells (England)
39/ Vacant crown / Pablo Martínez Burkett (Argentina)
40/ Not an invisible man / Juan Pablo Noroña Lamas (Cuba / USA) / Carmen Rosa Signes Urrea (Spain)
41/ The last trip of the time traveler / Francisco José Segovia Ramos (Spain)
42/ The time machine: Past, present and future / Julieta Moreyra (Mexico)
43/ Back through time to a fictional past / Odilius Vlak —seud.— (Dominican Republic)
44/ Chaos theory that is not as / Jaime Magnan Alabarce (Chile)
44/ Exodus / Lidia Soca Medina (Cuba)
45/ Steel Monkey / Salomé Guadalupe Ingelmo (Spain)
46/ The new gods /  Francisco José Segovia Ramos (Spain)
47/ The vermillion ship / Violeta Balián (Argentina)
48/ The hand / María José Gil Benedicto (Spain)
49/ Journey: Time / Mari Carmen Caballero Álvarez (Spain)
49/ Diary of war / Omar Martínez (Cuba)
51/ The pacifist / Francisco José Segovia Ramos (Spain)
51/ Jonathan H. Corvus  / Teresa P. Mira de Echeverría (Argentina)
52/ The solution / Diego Galán Ruiz (Spain)
53/ Fact or fantasy? / Mª Del Socorro Candelaria Zarate (Mexico)
54/ After the return / Ricardo Manzanaro (Spain)
54/ The Green door / Carmen Rosa Signes Urrea (Spain) / Ricardo Acevedo Esplugas (Cuba)
Poetry:
56/ Identity / Dolo Espinosa (Spain)
58/ Prophecy / Dolo Espinosa (Spain)
60/ La Biblioteca del Nostromo: NM Ciencia Ficción, Fantasía y Terror #38; Axxón Ciencia Ficción en Bits #267; TerBi Asociación Vasca de Ciencia-Ficción, Fantasía y Terror #10; The Ironic Fantastic #5; Antes de Akasa-Puspa (Sportula); What's Up, Doom? (Saco de Huesos); Las cosas son diferentes en Arkham; Hela (Triskel Ediciones).
67/ About the Writers and Illustrators
78/ About illustrations
79/ Back cover: H. G. Wells / Pedro Belushi (Spain)

About illustrations:
Pag. 01 H. G. Wells / Rubén Paricio Font (Spain)
Pag. 21 Memorias de un Morlock  / José Manuel Puyana Domínguez (Spain);
Pag. 23 Fear, Lies & China Ink: Go by tripod / Evandro Rubert (Braz)
 Pag. 25 La Vie Électrique / A. Robida (France)
Pag. 28 Hundimiento de una era / Carmen Urios (Spain)
Pag. 30 Cities of tomorrow / Hugh Ferriss (USA)
Pag. 33 The War of the World (Belgium editium, 1906) / Henrique Alvim Corrêa (Brazil); Pag. 38 American Scientist (1800)
Pag. 45 La Vie Électrique / A. Robida (France)
Pag. 50 The War of the World (Belgium editium, 1906) / Henrique Alvim Corrêa (Brazil)
Pag. 51 La Guerre au vingtième siècle (1887) / A. Robida (France)
Pag. 54 Cities of tomorrow / Hugh Ferriss (USA)
Pag. 56 La Vie Électrique / A. Robida (France)
Pag. 58 La Vie Électrique / A. Robida (France)
Pag. 79 H. G. Wells / Pedro Belushi (Spain).


For the next issue:
DEEP WEB
(Collaborations to desember 25)


martes, 3 de noviembre de 2015

00:01 horas Por Malena Salazar Maciá (Cuba)



e encontré.»
Las palabras impresas en la hoja del telegrama sin más adornos, fue el comienzo de todo. X ignoraba de quién podría tratarse y por qué había deseado encontrarlo, al punto de anunciárselo en el correo. La nota no tenía dirección o nombre, como tampoco una firma pseudónima que le brindase alguna referencia. Así que ese día, se encogió de hombros y dejó el papel en un rincón.
El siguiente telegrama fue más extraño:
«No me ignores.»
X percibió la nota amenazante en la frase. Era cierto que no tenía a su autor cara a cara, pero algo manaba de la tinta: enojo y un rechinar de dientes que le erizó los vellos de la nuca. Impulsado por un pellizco de miedo, juntó el telegrama con el anterior y los guardó en una caja donde escondía baratijas y cosas rotas.
Todo se complicó cuando al día siguiente, las notas aparecieron en su mesita de noche junto a una tercera:
«No lo vuelvas a hacer.»
X examinó de nuevo sus tres telegramas, incluso conectó la plancha y una vez caliente, la pasó por encima de los papeles en busca de una escritura oculta, sin resultados. En realidad lo que más le preocupaba era el cómo había entrado a su casa y quien quiera que fuese, ¿por qué no le robó? El perro que cuidaba el jardín no había emitido un solo ladrido, a pesar de tener muy mal genio.
Ese día cambió las cerraduras de la casa, aseguró las puertas al martillar clavos en el marco y comprobó que el animal estuviese suelto en el jardín. No le había proporcionado comida desde el día anterior con el objetivo de aumentar su ferocidad. Armado con un bate de beisbol se sentó en la sala, dispuesto a pasar una mala noche si con eso atrapaba al acosador que deseaba acabar con su cordura.
Despertó con un sobresalto cuando ya el sol inundaba el salón. Al cerrar la mano, estrujó un pedazo de papel el cual, muerto de nervios, llevó ante sus ojos:
«Fue un buen perro.»
Sintió languidecer, las piernas apenas lo aguantaron cuando en dos zancadas estaba junto a la puerta y repasaba los clavos fuera de la madera. El pestillo no estaba echado, sin embargo, la cerradura todavía brillaba novísima, sin un arañazo que la ultrajase.
Soltó el bate y salió al jardín sin importarle que los vecinos lo viesen en apenas pantalón y de aquel modo tan agresivo. Bajo el poyo de una ventana, descansaba un bulto negro, inerte. En dos pasos salvó la distancia que los separaba y no evitó sentir un nudo en el pecho, como si cargase con un yunque que le cortaba la respiración.
Su perro yacía muerto todavía con los ojos abiertos, vidriosos. El espumarajo en su boca y la rigidez de sus miembros, era clara muestra de envenenamiento. No tuvo tiempo de reaccionar de forma apropiada al descubrir a D, justo del otro lado de la cerca, quien lo saludó secamente, incluso sus ojos eran glaciales.
X le contestó con una inclinación de cabeza y le irritó que sonriese ante la imagen del perro muerto antes de seguir su camino. Reaccionó al detectar en la ventana de la casa vecina el brillo de espejuelos, apenas asomados entre las persianas, en un vano intento por pasar desapercibidos. M siempre fue una vecina adicta a las habladurías y con la cual su relación no era la mejor. No después de una relación fallida. Ella estaría feliz de verlo en apuros, o de sumergirlo en ellos.
X aferró la mortaja inmóvil que era su perro y lo arrastró al interior de la vivienda, sin dejar de pensar quién jugaba con él de esa forma, y cómo fue capaz de zafar los clavos de la puerta para entrar y dejarle el mensaje. Además de D y M, también estaba K, del otro lado de su casa; odiaba al perro con todas sus fuerzas porque ladraba de madrugada y no le dejaba dormir, o también P, que daba patadas a la cerca cuando el animal la mordía ante su paso. ¿A quien culpar? ¿D, M, K, P…? ¿O eran todos al perseguir el fin común de lograr que, de una vez y por todas, se decidiese a mudarse?
Soltó el cadáver en la sala y se apoyó en un butacón, sintiéndose exhausto de repente. La idea de irse de aquel vecindario le rondaba hacía mucho tiempo en la cabeza. Desde que habitó esa casa, sucedían cosas extrañas, como que apareciese una taza de café sucia en el fregadero sin él usarla, la jarra de agua vuelta hielo en la nevera y algunas de sus ropas desaparecían por meses.

Todo se lo había comentado a M en un momento de desahogo, le había entregado las llaves de la casa por si él debía visitar algún apartamento en la ciudad… ¡Por supuesto! Debía ser ella la causante de todo, siempre estuvo algo tocada de la cabeza, la ruptura ocurrió porque no lo dejaba respirar. Corrió a la puerta trasera y maldijo por lo bajo al percatarse de que allí no había puesto clavos. Las huellas de M estarían por doquier.
Regresó a la sala para llamar a la policía, pero al pegarse el auricular al oído, tuvo un salto en el estómago: la línea estaba muerta. Probó con su celular para descubrir que tampoco funcionaba. Estaba ansioso por desatar una investigación que arrollase a M, pero tampoco se atrevía a abandonar su vivienda, ¿y si aprovechaba para hacer algo? ¿Y si no era sólo ella? En los últimos días se había mostrado melosa con D y P. Pero antes de acusar, necesitaba pruebas.
Esa noche clavó las dos puertas de acceso a la casa, escondió dos cámaras de video; una en la sala, dentro de un elefante con detalles de agujeros en la montura, otra en el comedor, entre las frutas decorativas de la mesa, y se retiró a dormir con tanta impaciencia, que pasaron más minutos de los necesarios antes de conciliar el sueño.
Antes de abrir los ojos supo que algo estaba mal. No sólo al sentir la fibra de papel entre los dedos de su mano derecha, sino porque algo flotaba en el ambiente, hiriente, denso, le inundaba los pulmones y lo paralizaba. Se sentó despacio en un falso alarde de calma. Leer el nuevo mensaje hizo que su corazón olvidase un latido:
«Ella ya no puede molestarte.»
Saltó de la cama como impulsado por una descarga y llegó a la sala para detenerse en seco, algo frío se trababa en su garganta, le impedía respirar con normalidad, parecía observar todo de forma distante, por encima de su propio cuerpo, cuando la realidad estaba justo a sus pies.   
M estaba en el suelo, estrangulada por un cinturón que reconoció como suyo.
Desesperado se lanzó contra el elefante y extrajo la cámara para, con manos temblorosas, reproducir lo que había grabado. Fue peor al ver el mensaje digital: «no hay imágenes ni videos». X contempló la pantalla negra como si fuese incapaz de comprender. ¿Habría olvidado activarla? No, él había hecho una grabación de prueba antes de esconderla, aun así, ¿dónde estaba? ¿Por qué estaba vacía la cámara? Se dirigió al comedor a grandes pasos, ignoraba la fatiga, la visión borrosa, sólo que el vacío en el pecho era demasiado real para ignorarlo.
Sacó la segunda cámara de entre las frutas y trasteó en el menú, para obtener el mismo resultado: nada. Cayó sentado en una silla y se aferró la cabeza con fuerza. Si daba parte a la policía, lo culparían del asesinato de M, ya que era su cinto y ambas puertas seguían clavadas, a excepción de la ventana frente a él, cuya hoja estaba a medio abrir, pero si el asesino había usado guantes, no tendría a quien adjudicarle el suceso.
Entonces, notó el pedazo de papel que sobresalía de entre las frutas. Lo agarró con desesperación y lo abrió. Como todos los demás, tenía letras impresas, pero esta vez, se quedó rígido de la impresión:
«Morirás a las 00:01 horas.»
X soltó el papel como si se hubiese quemado. En realidad, eso fue lo que hizo; agarró todos los mensajes y los volvió cenizas en el lavamanos del baño. Como era de día, le daba pavor abandonar la casa y no podía enterrar a M en el patio, la empalmó en un closet que usaba para guardar implementos de limpieza. Echó toda la comida a la basura, incluso los enlatados. Nadie podía asegurarle que no los hubiesen envenenado con una aguja. Cortó el fluido eléctrico de la casa, no recogió el diario, clavó las ventanas y las cubrió con cortinas.
El pánico llegó al caer la noche. El vaticinio correspondía a las doce y un minuto. Moriría a esa hora. Alumbrado por una vela, esperó paciente en el sofá, a que se acercasen a intentar entrar. Ya no llevaba el bate. Le era más funcional un cuchillo bien afilado. Contemplaba el reloj cuadrado sobre la mesita de centro, marcaba las nueve de la noche, o las veintiuna horas. El sonido de las manecillas al correr sólo era opacado por el radio de baterías, donde hablaba un locutor con sonido de estática:
—«… El yogurt contiene un mínimo de cien millones de microorganismos vivos por gramo. Sólo dos bacterias son las propias del yogurt natural: lactobacillus bulgaricus y streptococcus thermophilus…»
X nunca se había sentido tan tranquilo. Incluso sus manos habían dejado de temblar. Nadie era capaz de entrar a la casa, ya no quedaba un resquicio.
—«Llegando a las diez y media de la noche…» —anunció la radio. El reloj movió sus manecillas hasta la hora exacta. Las veintidós horas y media—, «continuamos con nuestro programa de curiosidades médicas… Las venas de las manos humanas, presentan una distribución geométrica única para cada persona y es invariable con el paso del tiempo…»
Se levantó y atisbó por una esquina de la ventana frontal. El alumbrado público iluminaba la calle vacía con luces naranjas, dándole un aspecto fantasmal a la neblina que siempre vagaba a esas horas. Se ensimismó al escuchar, distante, los televisores encendidos en el resto de las casas, sonidos ahogados de alguna discusión. Su vivienda era la única que no tenía fluido eléctrico. Se preguntó si P o D buscarían a M en su casa en algún momento.
—«Once y cincuenta de la noche…»
X apagó de golpe el radio. Sombras se acercaban con pasos silenciosos, las veía crecer sobre la acera. Alistó el cuchillo y se apartó de la ventana, a la espera. Los cuerpos se definieron y dejó escapar un largo suspiro de alivio. Sólo eran P y su esposa que regresaban, se les veía contentos de ebriedad y por un instante, sintió envidia de la tranquilidad de los dos. Regresó a su puesto en el sofá y contempló el reloj. Las once y cincuenta y ocho. No evitó tensarse, apenas sentía su propia respiración, como si desease que olvidasen aquella casa, a él…
Al sonar la alarma de las doce en punto, X dio un bote del susto y dejó caer el cuchillo. Lo recogió con los nervios a flor de piel y se apostó junto a la puerta, con la respiración contenida. Sentía las manecillas deslizarse por los segundos, tic, tic, tic, tic… su corazón estaba desfasado. Iba más rápido. Tic, tic, tic, había comenzado a sudar de forma copiosa. Casi se cumplía el tiempo…
Nada sucedió. X se adelantó a mirar el reloj y frunció el ceño. Doce y cinco. Las cero horas y cinco minutos. Lo contempló embobado, creyente de que existía alguna especie de truco. Buscó su reloj de pulsera en la habitación, el automático que nunca le fallaba. La hora concordaba. Se dejó caer en el sofá con una oleada de alivio, sonreía, feliz de que todo fuese una broma de muy mal gusto, a excepción de su perro y M. Ahora podría pensar mejor en cómo deshacerse del cuerpo de la mujer y todo volvería a la normalidad. Sintonizó una estación musical en el radio y se dispuso a zafar los clavos de los marcos.
Al quitar el último en la ventana frontal, lo vio. Avanzaba hacia su puerta de forma lenta, algo brillaba en su puño, era incapaz de distinguirle los ojos, pero de repente, se le hicieron los de una bestia. No iba solo; otras dos figuras le seguían de cerca.
X retrocedió a trompicones, el sudor frío volvía a cubrirlo y sentía las manos engarrotadas. Ya estaba allí, la carta fue un engaño para que bajase las defensas, para hacer que quitase los refuerzos, un truco sucio para llegar a él. Lo tenían. Le pareció que reían del otro lado, regocijados de su estupidez y de lo fácil que lo acorralaron.
X localizó el cuchillo al lado del reloj. La una en punto de la noche. Agarró el instrumento y miró sus manos. Las venas de sus manos distribuidas en una única forma geométrica. En una fracción de segundo, pasó el filo por el dorso de su muñeca y el líquido rojo brotó a torrentes sin darle tiempo a comprender lo que había hecho. Todo se volvió un torbellino de colores ante sus ojos, el dolor agudo más la sensación de que todo su ser estallaría, le engarrotaba la mente, perdía noción de sí mismo, estaba cansado, muy cansado. Cayó de rodillas y la mínima satisfacción de morir a una hora diferente a la vaticinada, se hizo añicos al escuchar a la locutora del programa:
—«… y recuerden queridos oyentes, que a las doce de la noche debieron atrasar una hora a sus relojes…»
El reloj marcó la una con un minuto y X cerró los ojos.
Pasaron pocos segundos antes de que levantase los párpados de regreso. Se incorporó con calma y miró su brazo para restañar la sangre con un pedazo de su propia camisa. Z, que ahora vestía la piel de X, se sintió complacido.
Había sido fácil matar la personalidad X para obtener el control del cuerpo. Por suerte, el idiota de X ni siquiera sabía cortarse bien las venas.  


Sobre la Autora:

Malena Salazar Maciá (La Habana, Cuba) Técnico Bachiller de Informática.
Actualmente estudia en la Universidad de la Habana Licenciatura en Derecho en la modalidad a Distancia. Egresada del Taller de formación literaria Onelio Jorge Cardoso, La Habana, Cuba, 2008. Gran premio en la categoría cuento para adultos en los 4tos Juegos Florales, La Habana, Cuba, 2012. Mención en la categoría cuento para adultos en los 5tos Juegos Florales, La Habana, Cuba, 2013. Mención y premio de la popularidad en la categoría cuento fantástico en el concurso Mabuya, La Habana, Cuba, 2013. Mención en el concurso de Ciencia-Ficción, convocado por la revista Juventud Técnica, La Habana, Cuba, 2013. Mención en la categoría de cuento de ciencia ficción, en el concurso Mabuya, La Habana, Cuba, 2014. Publicación en el No.82 de la revista digital Mancuspia, México, 2014. Publicación en el No.140 Space Western de la revista digital MiNatura, España, 2015. Publicación en la revista digital Cosmocápsula, No. 12. Enero —Marzo, Colombia, 2015. Seleccionada para integrar el e-book «Varios visitantes inesperados», organizado por Cubaliteraria, y presentado en formato CD en la Feria Internacional del Libro, La Habana, Cuba, 2015. Mención en el concurso de novela corta HYDRA, en la categoría ciencia-ficción, 2015. Gran premio en la categoría cuento para adultos en los 6tos Juegos Florales, La Habana, Cuba, 2015. Gran premio en la categoría minicuento en los 6tos Juegos Florales, La Habana, Cuba, 2015. Premio David de Ciencia Ficción, 2015.

jueves, 29 de octubre de 2015

Revista Digital miNatura 146



Nos  complace compartir con todos ustedes el dossier especial que la Revista Digital miNatura dedica al Certamen Internacional de Microcuento Fantástico que todos los años convoca y que acaba de cumplir su décimo tercera edición.
Agradecer inmensamente a nuestro jurado por su labor y dedicación constante para ver este proyecto, una vez más, cumplido y a todos los participantes y los lectores por el interés que sigue suscitando este concurso.
Así mismo, para la realización de este especial, nuestro mayor agradecimiento a los ilustradores que han colaborado, creando o compartiendo obra para ilustrar cada uno de los textos, portada y contraportada.
Gracias a todos.

Revista digital miNatura 146 Dossier especial del XIII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2015
La Revista de los Breve y lo Fantástico Número 146
Asociación Cultural miNatura Soterrània
ISSN: 2340-977
Directores: Ricardo Acevedo Esplugas y Carmen Rosa Signes Urrea
Editor: Ricardo Acevedo Esplugas
Portada: Legión 2 / Dariusz Zawadzki (Polonia)
Contraportada: Today's Feature / Tom Kidd (EE.UU.)
Diseño de portada: Carmen Rosa Signes Urrea
Las colaboraciones deben ser enviadas a: minaturacu@yahoo.es

Sumario:
01/ Portada: Legión 2 / Dariusz Zawadzki (Polonia)
02/ Acta del jurado del XIII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2015
Ganador:
10/ Una especie interesante / Alexy Dumenigo Águila (Cuba) / Ilu. Wickedman —seud.— (España)
Finalistas:
13/ Entomofilia / Desirée Jiménez Sosa (España) / Ilu. Cristina Samsa (México)
16/ De carcomas extraviadas y otros misterios / Reis Lliberós Monfort (España) Ilu. Wickedman —seud.— (España)
19/ 30 segundos de intimidad / Pere Josep Martínez Marqués  (España) / Ilu. Rafa Castelló Escrig (España)
22/ Lobo y Malacoda / José Rabelo (Puerto Rico) / Ilu. Pedro Belushi (España)
25/ Interno 11 / Ángel Revuelta Pérez (España) / Ilu. Alejandro D'Marco (Argentina)
28/ Lo imposible / Lola Robles Moreno (España)
31/ Tiempo de vivir / Juan José Tapia Urbano (España) Ilu. Pedro Belushi (España)
34/ Suicidio / Dante Vázquez Maldonado (México) / Ilu. Elena Fortanet (España)
36/ La Dama negra / Luis Alberto Zurriaga (España) /Ilu. Alejandro D'Marco (Argentina)
38/ Convocatoria Selección de Textos Tiempos Oscuros Nº6
41/ Biografías
54/ Sobre las ilustraciones
55/ Contraportada: Today's Feature / Tom Kidd (EE.UU.)

Sobre las ilustraciones:
Pág. 01 Legión 2 / Dariusz Zawadzki (Polonia)
Pág. 08 Una especie interesante / Wickedman –seud.- (España)
Pág. 10 Autoretrato Hibrido / Cristina Samsa (México)
Pág. 15 De carcomas extraviadas y otros misterios / Wickedman —seud.— (España)
Pág. 18 Gato / Rafa Castelló Escrig (España)
Pág. 21 Lobo y Malacoda / Pedro Belushi (España)
Pág. 24 Speaking with dead things / Alejandro D' Marco -seud.- (Argentina)
Pág. 27 Cyborg Female Valkyrie (Gala) / Bogdan Gabelko (Rusia)
Pág. 30 Tiempo de vivir / Pedro Belushi (España)
Pág. 35 Insect's whisper / Alejandro D' Marco -seud.- (Argentina)
Pág. 32 Luna / Elena Fortanet (España)
Pág. 55 Today's Feature / Tom Kidd (EE.UU.)

EN  BREVE EL SIGUIENTE NÚMERO DE LA REVISTA DEDICADO AL UNIVERSO H.G. WELLS



lunes, 26 de octubre de 2015

Salvo veintiún gramos de diferencia


Por Salomé Guadalupe Ingelmo (España)

Cinco espantosos crímenes perpetrados en menos de tres meses bastaron para que Jack el Destripador, cuya identidad sigue siendo un misterio, aterrorizase a la violenta e impasible Londres. Después, el considerado padre de los asesinos en serie modernos desapareció sin dejar rastro ni certezas.


or Dios, Charles, sabes tan bien como yo que este experimento no puede llegar a buen puerto. Es antinatural. Casi abominable. ¡Una mujer deambulando por los pasillos del London Hospital disfrazada de médico!
―Es que es médico.
―No digas sandeces. Puede que haya traído consigo un título, pero ni todas las prestigiosas universidades de Europa juntas lograrían anular un hecho fundamental: Dios la creó mujer. Eso no cambiará simplemente porque se ponga una bata igual a la mía. ¿Acaso crees que los enfermos no se dan cuenta de lo que hay debajo? Su presencia aquí puede turbar a… los pacientes. He sido testigo de demasiadas miradas lascivas en el corto periodo de tiempo que lleva entre nosotros. Me basta para saber que está de más aquí. Tenemos que hacer algo para poner fin a esta violenta situación. Hay que restaurar la armonía perdida. La reputación del hospital está en juego. No podemos permitir que los caprichos de una muchacha testaruda a la que se le ha metido en la cabeza jugar a ser doctora pongan en peligro una institución honorable como ésta. ¡Oh, vamos, Charles! Lo digo por su propio bien. La mujer es un ser delicado; el Señor la creó así. Por eso la obligación del hombre es protegerla. Aun en contra de su propia voluntad si es necesario. Ellas, seres obstinados, rara vez calculan las consecuencias de sus actos. Para eso estamos nosotros, para poner freno a los pájaros que tienen en la cabeza y evitar que se hagan daño. No niego que parece una joven de gran cultura. Y se diría todo lo inteligente que puede llegar a ser su sexo. Pero no es prudente, Charles. No es prudente en absoluto. No sabe cuál es su lugar. Debería casarse. Es bien parecida y no le costaría encontrar marido. Podría elegir a un médico con consulta propia y ayudarle en sus tareas como recepcionista o incluso como enfermera.

***

Acaricia tiernamente la cabeza del ser deforme que se acurruca entre las sombras, en una esquina de la celda. Al principio sus músculos se tensan. Se retrae igual que ante la escasa luz que se filtra entre los barrotes del ventanuco. La teme como al sol, al que debe las pústulas esparcidas por su cuerpo. Sólo su hirsuta cara, gracias a la densa pelambrera que la protege, está libre de esos estigmas. Pero entonces la bella joven empieza a tararear una nana muy dulcemente, apenas en susurros. Una canción de cuna al ritmo de la cual el ser se mece. Sus ojos acuosos la miran con adoración, como si se tratase de una Virgen. Un reguero de baba cae por la comisura de sus labios entreabiertos, tras los cuales se vislumbran unos dientes irregulares y rojizos, incrustados en encías lívidas y atrofiadas. Jadea agradecido, emitiendo un sonido más digno de piedad que de horror. Una especie de gruñido animal desagradable pero necesario; apenas puede respirar a través de esas oquedades purulentas por las que escapa un hilillo de sangre que ella restaña delicadamente con su pañuelo.
Finalmente se decide a romper el hechizo que ejerce sobre él la sobrecogedora escena.
―Poca gente comprende que esa pobre criatura no tiene la culpa de ser un monstruo. Su sangre está enferma. Simplemente eso.
La joven no deja de acariciar a su nuevo protegido. Ni siquiera se vuelve hacia el recién llegado.
―Ah, la sangre… Ese fluido tan poco conocido aún, pero tan determinante.
―Gracias a este desdichado hemos empezado a comprender un poco más sobre ella. Hay algo en su sangre que falla, que hace que el oxígeno no se distribuya bien por su cuerpo. El sol le hiere, es cierto, pero sus muchas quemaduras no se deben sólo a eso. Es el oxígeno que hay en su cuerpo el que le hace quemarse de dentro hacia fuera. Su sangre absorbe demasiado oxígeno. Tanto que éste se vuelve un veneno para él y le abrasa, le destroza los tejidos dejándole en ese estado lamentable. A veces temo que un día su cuerpo entre en combustión espontánea y se carbonice. Lo veo convertido en una antorcha humana, despidiendo humo. Aunque no creo que algo tan espantoso pueda llegar a suceder realmente. Es más bien una pesadilla. Pero no por ello esa imagen resulta menos aterradora.
―Un oficio complejo, el nuestro. Resulta muy difícil no llevárselo a casa en forma de psicosis cuando uno sale del hospital tras haber cumplido su turno.
―Doctora Libia, ¿vedad?
Extiende la mano mientras ofrece a la desconocida una de sus sonrisas más cordiales. Evidentemente la pregunta resulta un poco estúpida siendo ella la única presencia femenina en el hospital al margen de las enfermeras, reclutadas siempre cuidadosamente entre mujeres de mediana edad, de cuerpos voluminosos y no pocas veces más velludos que los de los propios doctores. No obstante agradece su buena intención. Es la primera bienvenida sincera que recibe desde que se incorporó a su nuevo puesto.
―Sí, así es. Y tengo el placer de hablar con…
―Charles. Charles Winslow. Según tengo entendido lleva casi una semana en el hospital, y yo aún no me había presentado. Resulta imperdonable por mi parte. Mi madre tiene razón cuando dice que mis modales son terribles. No me extraña que procure mandarme lejos cada vez que reúne a sus amigas. He pensado que quizá le gustaría tomar un té conmigo. Así podría subsanar mi falta. Aunque si está demasiado ocupada…
―No tanto como para rechazar una invitación que venga de usted ―responde desenvuelta mientras dispensa una última caricia a la criatura.
―Jamás había visto tan calmados a casos extremos de porfiria como éste. Asombroso. ¿Qué les da?
―Comprensión. Es terrible sentirse un monstruo.
―Creo que entiendo lo que quiere decir. Hace unas semanas le pedía al doctor Frederick Trevis que me dejase hablar con el señor Merrick. Es una persona bastante tímida y, debido a las terribles tribulaciones que ha sufrido a lo largo de su vida, suele sentirse incómodo con los extraños. En modo alguno habría deseado importunarle; el pobre hombre ya tiene suficientes padecimientos sin necesidad de que a estos se añadan incómodas visitas. Sin embargo nutría una gran curiosidad que iba mucho más allá de lo meramente médico. De hecho, si le soy sincero, no le examiné en absoluto. No quería conocer al paciente sino al ser humano. Confirmé con alborozo cuanto había oído contar al doctor Trevis: es una persona de maneras exquisitas y sensibilidad envidiable. Una verdadera pena. Un ángel obligado a vivir en la piel de un demonio.
―En efecto es trágico. No obstante sospecho que él recibe más compasión de cuanta se reserva para los demonios obligados a vivir bajo aspecto angelical.
―¿Por qué habríamos de nutrir piedad por el mal disfrazado de belleza?
―Nadie puede evitar ser lo que es. Hasta el mal, le guste o no, debe obediencia a su propia naturaleza ―Acompaña su respuesta con un gracioso mohín.
―¿Un poco más de té?
―Sí, por favor.
―Libia, si no me equivoco, es un nombre griego.
―Efectivamente.
―¿Es usted griega?
―Más o menos ―Su sonrisa se empaña por un momento―. Digamos que soy en gran medida griega, aunque he viajado bastante por todo el mundo.
―Habla usted como si fuese una anciana. Y sin embargo parece tan… joven.
―No se fíe de la fachada. Y menos aún cuando se trata de mujeres. Resultamos totalmente impredecibles. ¿Quién le asegura que no soy una vieja bruja bien conservada? A lo mejor he dado con el secreto de la eterna juventud y, en realidad, porto siglos y siglos de experiencias a mis espaldas.
―Tanto como siglos, no diría yo. Pero he de reconocer que en nada se parece usted a esas insulsas señoritas que abundan en nuestros salones.
―Es que no soy una de ellas, querido. No lo soy en absoluto.
Se lleva a la boca una pasta y la engulle con una voracidad muy poco conveniente para una joven de buena posición. Un gesto casi obsceno que sin duda habría provocado desmayos entre sus tías de encontrarse presentes. Hay algo tan deliciosamente animal en ella…

***

―Sois una sociedad hipócrita y decadente. Mientras las putas se morían en silencio o se limitaban a contagiar la sífilis a marineros extranjeros y anónimos soldados, todo iba bien. Pero en cuanto descubrimos que demasiados caballeros se arriesgan a que el miembro se les caiga a pedazos, decidimos que ha llegado el momento de inspeccionar el estado de salud de la población femenina dedicada al ignominioso oficio de la prostitución. ¡Hay que asegurar la integridad de las gentes de bien! Aunque ello signifique tener que tratar a esas perras en celo que se merecen cuanto les pueda pasar. Pero como las pocas veces que una de esas “desventuradas” se ha atrevido a venir al hospital para pedir ayuda, ha sido expulsada sin miramientos por orden de uno de nuestros colegas, esos ilustres doctores que jamás se mancharía las manos reconociéndolas, lo único que se nos ocurre es contratar a una forastera para convencerlas. Evidentemente el médico de la reina ha debido de pensar que las prostitutas supondrán lo mismo que los médicos del hospital: que una mujer joven y soltera que vive de sus ingresos sólo puede ser, en realidad, una compañera de profesión disfrazada de galeno. Una táctica interesante para ganarse su confianza. Yo también preferiría que me reconociese una mujer a que lo hiciese uno de esos viejos sátiros disfrazados de santurrones. Claro que si el doctor en cuestión fuese joven y atractivo como tú, a lo mejor me lo pensaría.
Edvard Munch, Vampire (1895)
―¿Qué has querido decir con lo del médico de la reina? ―balbucea torpemente. Nunca antes ha conocido a una mujer tan desinhibida. No puede evitar sonrojarse como un colegial.
―Por favor. Resulta evidente el motivo de mi contratación. Es un secreto a voces que el Dr. William Gull está tratando de sífilis al duque de Clarence, el príncipe Alberto, el nieto de Su Majestad. Esa vieja arpía nunca se habría preocupado de la salud de los bajos fondos de no ser porque a su querido “Eddy” le gusta demasiado inspeccionar agujeros sin cerciorarse antes de si existe peligro. Y para eso estoy yo aquí, para ocuparme de mantener las normas de seguridad en los agujeros de Londres. Para garantizar el bienestar de sus honrados ciudadanos, grandes aficionados a la espeleología.
―¡Libia, por Dios, a veces me desconciertas!
―Disculpa. No pretendía escandalizarte. En ocasiones olvido por completo que pertenecemos a dos mundos totalmente distintos.
―Bueno, tan distintos no serán.
―Ni te imaginas hasta qué punto. Quizá, incluso, irreconciliables.
―Oh, vamos, vamos. No dramatices. Sé perfectamente que no eres como las mujeres inglesas. Creo que precisamente por eso te quiero más. Y si es mi madre lo que te preocupa, ella también tendrá que aprender a quererte. Créeme. Si aún no os he presentado no es porque me avergüence de ti, sino más bien al contrario. Ella es tan estirada como todas las damas de su edad. Vive obsesionada por las formas y las apariencias, como la mayor parte de nuestra sociedad. A veces pienso que estamos todos podridos. Y desde que te conozco, mucho más. Tú eres tan espontánea y sincera… Tan transparente. En Londres todos tienen una doble vida que deben esconder. Sin embargo tú eres tal como te muestras. En ti no hay doblez ni engaño. Las viejas brujas que frecuentan el salón de mi madre deberían besar el suelo que pisas.
No es que no creyese sinceramente todas y cada una de esas palabras... No obstante seguía postergando el encuentro que le quitaba el sueño. Su madre no la entendería jamás. Y mucho menos aprobaría su forma de vestir, maquillarse, moverse, hablar, reír, comer… Nadie en todo Londres la aceptaría públicamente. Nunca serían invitados a cenas o fiestas. Quizá incluso peligrasen sus empleos una vez ella hubiese acabado su misión en el hospital. Claro que con el peso de que gozaba la prostitución en el Est End, puede que eso no sucediese en un siglo o dos.

***

―Sé que no resultaría adecuado que nos casásemos ahora; deberíamos guardar luto por mi madre algún tiempo. Pero quizá podríamos empezar a proyectar nuestra boda. Una lástima que ella no llegue a verla. Ahora que ya es demasiado tarde, me arrepiento de no haber encontrado nunca el momento oportuno para presentársela.
―No te tortures, querido. Nadie puede predecir cuándo sufrirá un ataque al corazón una mujer de mediana edad. Incluso si nunca ha tenido problemas cardíacos, siempre hay una primera vez. Y justo ésa puede convertirse en la definitiva. Es cuestión de suerte. De mala suerte, quiero decir.
―Hace algún tiempo me dijiste que había dos cosas que necesitabas solucionar antes de nuestra boda… Me pregunto si ya están resueltas.
―Casi. Una la acabo de liquidar definitivamente ―sonríe aliviada―. La otra aún me quita el sueño por las noches. Pero no te preocupes; soy muy perseverante. Cuando me propongo algo, siempre lo consigo.
―A propósito de perseverancia, ¿qué tal van tus estudios sobre la…? ¿Cómo demonios la llamas tú? ―Chasca los dedos mientras se esfuerza en recordar el término acuñado por ella.
 ―Muerte súbita infantil.
Su gesto alegre muda por completo. A menudo se pregunta si le hará bien ese trabajo que pretende desarrollar aprovechando su estancia en el hospital. En un futuro podría ayudar a reducir la tasa de mortalidad infantil durante los primeros meses de vida, pero ella es tan sensible ―especialmente cuando se trata del sufrimiento de los bebés― que le preocupa que pueda terminar afectando a su estabilidad emocional. Quizá cuando tenga a su propio hijo en brazos deje de interesarse tanto por los de las demás mujeres, procura confortarse.
―Eso, muerte súbita infantil. Bueno, y ¿qué tal?
―Siguen muriendo bebés sin causa aparente ―responde lacónicamente.
―Y ¿no has llegado a ninguna conclusión? ¿No tienen esas muertes algún elemento en común que te permita descubrir un patrón de actuación de la enfermedad o lo que quiera que acabe con ellos?
―Por cuanto yo sé, podría no tratarse de una enfermedad. En común tienen que son bebés, así que bien podrían haberse convertido en víctimas de vuestro hombre del saco. Quizá los bebés londinenses mueran de ataques al corazón provocados por esas estúpidas historias de fantasmas que les contáis. Sois una sociedad cruel. Tan cruel que torturáis psicológicamente a vuestros propios vástagos desde su más tierna infancia. ¿Qué clase de monstruo sin escrúpulos podría hacerle daño a un bebé?

***

Busca a sus presas en los fumaderos de opio y burdeles de Whitechapel. En una ciudad depravada como ésa, es fácil convencer a un hombre de que te siga a cualquier callejón oscuro sin que se preocupe mínimamente por su integridad física. En la machista Londres victoriana, ¿qué podría temer un hombre de una mujer grácil como ella? De no ser el contagio de alguna enfermedad venérea. Lo que, por otro lado, constituye el pan nuestro de cada día.
Mientras se coloca meticulosamente las medias de seda, con extrema delicadeza para no dañarlas con sus largas uñas, el antiguo camafeo tintinea entre sus pechos. La preciada pieza choca con la cruz de plata, ese amuleto que Charles le ha regalado para mantenerla protegida de todo mal. Le gusta llevarla al cuello; infunde confianza en los hombres más tímidos. Muchos espíritus supersticiosos parecen depositar su fe en ese sencillo talismán. No pocos lo han empleado incluso como pretexto para acercarse a ella y “entrarle”.
“Entrarle”… Qué deliciosa expresión. La ha oído ya varias veces en los locales de dudosa reputación que frecuenta por las noches. Cuando se convierte en otra persona. O cuando vuelve a ser ella misma. Empieza a no estar demasiado segura de cuál de las dos versiones es la verdadera, y eso resulta peligroso. Sonríe inadvertidamente al pensar en todo lo que le evoca. La repite una y otra vez mientras rememora placeres secretos, escenas vividas infinitas veces a lo largo de los siglos: carne penetrada, cálidos y palpitantes fluidos…
El insistente silbato de un policía la destierra sin ninguna delicadeza de sus lúbricas ensoñaciones. Evidentemente ese bastardo misógino ha vuelto a atacar de nuevo. Pero ella sabe tener paciencia. Ha vivido muchos siglos y ha aprendido a esperar. Antes o después llegará su turno. Una noche cualquiera, en una esquina oscura como tantas otras, Jack encontrará la horma de su zapato. Y entonces no tendrá piedad. No será rápida e indolora.
―¿Has sido una niña mala? ―pregunta con voz ronca.
―Por supuesto. Ni te imaginas cuánto. Pero eso, querido, no es ni la mitad de lo mala que puedo llegar a ser.
Habla lentamente, haciendo amplias pausas, dándole tiempo a su lengua para que recorra los labios carnosos. “Seeer”, esa última palabra, se hace eterna en su boca. Es sólo una sílaba, pero pronunciada por ella suena extrañamente inquietante. De repente parece tener un acento extranjero que antes no había advertido. Algunos de los sonidos que emite resultan vagamente guturales, y cada una de sus eses asemeja al siseo de una serpiente. Casi se diría una bestia salvaje.
Algo le dice que ha vuelto a elegir mal. Tendría que haber escuchado a su instinto, ése que le advertía de que ella era demasiado. Tendría que haber buscado otra presa. Una que se adaptase mejor a tal definición: un conejito asustado y tembloroso. Ella no parece un animalito desvalido. Y, desde luego, no está asustada. Se dice que de nuevo va a tener que ser él quien reciba el castigo. Acepta esa idea con resignación. Con una cierta dosis de alivio y una suerte de placer que no quiere reconocer. Quizá tantos errores no sean más que un tímido mensaje de su subconsciente.
En efecto no hay duda de que se ha equivocado de presa. La voracidad que observa en sus ojos se lo confirma. Es el reflejo de una reacción instintiva que nada tiene que ver con un impulso libidinoso, sino más bien con la naturaleza del depredador. Con la necesidad irreprimible de cazar y con un hambre insaciable.
Mientras se limpia discretamente con un delicado pañuelo de hilo, escruta el cuerpo exhausto: el pecho descarnado, las cuencas hundidas, la respiración entrecortada y el pulso apenas perceptible.
―¿Qué sucede, querido? ¿Pareces turbado? ¿Te has quedado sin sangre en los bolsillos? ¿O es que acaso te ha comido la lengua el gato? ―Estalla en una vibrante carcajada.
Observa con horror cómo las púas del collar de castigo se aproximan lentamente a sus ojos. Quizá podría resistirse a su fuerza sobrehumana… de no haberse dejado colocar las esposas que le mantienen inmovilizado, atado a la cama. Además se siente tan débil. Gritaría… de no ser porque ya no tiene lengua. Su madre dice siempre que ésa es la parte más deliciosa de las cabecitas de cordero asadas. Y en eso se ha convertido: en un tierno corderito a punto de ser sacrificado.

***

Teme que su prometida sufra algún tipo de desviación sexual. Se ha mostrado siempre tan desinhibida que, aunque procura no pensar en ello, en más de una ocasión se ha preguntado si no será ninfómana. Sabe de sobra que las mujeres, a excepción de las vulgares prostitutas, no suelen interesarse por el sexo. Sin embargo algunos colegas tratan, con extrema discreción, casos de masturbación femenina. Hasta sus oídos ha llegado que la ablación del clítoris es un remedio eficiente para una enfermedad tan vergonzosa como impropia.
Cuando la vio salir de aquella sórdida habitación con las ropas en total desorden, despeinada y con las mejillas teñidas de un rubor innatural, todos los temores que había acumulado en silencio durante meses se convirtieron de golpe en certezas. Certezas dolorosas e ineludibles cuan piedras lanzadas con maestría por un hondero experimentado. Se sentía como debió de sentirse Goliat ante el enclenque David. Miraba incrédulo a aquella frágil criatura que estaba a punto de convertirse en su esposa. La que le había derribado de un golpe certero en mitad de la frente. Aunque era dentro del pecho donde sentía ese dolor punzante.
La siguió con la mirada mientras se alejaba por las calles de Whitechapel. La vio pararse bajo la espectral luz de un farol para terminar de abotonarse la chaquetilla del vestido, colocarse correctamente el polisón y rebuscar en su bolsito de mano. Extrajo una pequeña polvera cuyo espejo empleó para darse unos toques de carmín en los labios. Parecía preparada para salir de los suburbios. Y volvió a la parte alta de la ciudad, a su vida oficial, sin echar siquiera un vistazo atrás. Sin rastro de remordimiento.
Oculto en las sombras, esperó. Deseaba ver la cara de su rival. Pero al poco cambió de idea y huyó lo más deprisa que pudo. No quería ponerle rostro a ese cuerpo que se entrelazaba con el de ella en su mente. Era consciente de que, si no, le atormentaría hasta el último de sus días. Además empezaba a sospechar ―quizá injustamente― que en el lugar de esos rasgos que no llegaría a escrutar, podría colocar los de muchos hombres. Que habían sido muchos los que habían pasado por los brazos de esa angelical criatura. Y que serían muchos más en el futuro. Muchos. Demasiado.
Se debatió consigo mismo el resto de la noche. No sabía qué decisión tomar. La cabeza le decía que debía poner las cosas en claro con ella, revelarle que había descubierto su secreto, desenmascararla ofreciéndole pruebas de su iniquidad si era necesario. Pero el corazón le aconsejaba que fingiese ignorarlo todo y siguiese adelante con los preparativos de la boda. Que sencillamente intentase olvidar lo que había visto y mirase hacia otro lado durante el resto de su vida. Al fin y al cabo, eran muchos los matrimonios que habían descubierto en esa fórmula el secreto para vivir eternamente felices. Su propia madre había cerrado los ojos. Hasta que la muerte volvió los de su marido definitivamente insensibles a los encantos de las cabareteras, y la viudedad le regaló un bien merecido descanso.
Él había sido tan presuntuoso como para pensar que su matrimonio habría resultado distinto del de la mayoría de sus compatriotas. Pero ahora que el hechizo se había roto, que había recobrado la serenidad y la sensatez, veía claro lo que debía hacer.
Sin embargo sus buenas intenciones se desvanecieron en cuanto la tuvo delante. Cuando vio cómo le servía el té, algo se rompió dentro de él. Fue como si el dique que había estado construyendo pacientemente durante toda la noche saltase de golpe por los aires a consecuencia de la riada que inútilmente pretendía contener. No obstante no hubo gritos ni reproches. Sólo la exposición fría y desapasionada de la realidad. A pesar de que parecía imposible, no comparecieron las palabras malsonantes.
Ella ni siquiera lo negó. Estaba muy serena. Insólitamente serena. Posó la tetera sobre el mantel de flores con delicadeza y respiró profundamente.
―Fue un error.
―Lo sé. No me cabe la menor duda. Y te perdono. Te perdono de corazón. Lo olvidaremos y no volveremos a hablar de ello nunca más. Será como si jamás hubiese sucedido. Todos nos equivocamos alguna vez. Seguro que estás nerviosa por la boda. Has soportado mucha presión últimamente: lo de mi madre, los preparativos, el trabajo en el hospital, esas malditas noticias sobre las chicas descuartizadas. Es normal que te sintieses insegura y por eso cayeses en… en… Empezaremos una vida nueva desde cero.
―Fue un error pensar que podría casarme contigo. Hay cosas que no cambian jamás. Y yo soy una de ellas. Es mi naturaleza, Charles. No puedo traicionarla. No puedo prescindir de esos hombres. No podría vivir sin ellos.
―¡Estás loca! ¡Cómo te puede gustar entregarte a desconocidos en esos sórdidos lugares! ¡Exponiéndote incluso a que ese Jack te confunda con una descarriada y te abra en canal! ―grita casi histérico, sin reprimir un gesto de repugnancia.
―¿Ese impotente patético? ¡No me hagas reír! Nada pudo contra mí. Él no sentía ningún respeto por la sangre. Alguien tenía que poner freno a sus desmanes. Alguien tenía que enseñarle lo que significan la obediencia y la sumisión que él pretendía. Por eso elegía a pobres despojos y no a mujeres de verdad. Escogía tristes marionetas necesitadas de dinero para poder sentirse un hombre a su lado. Y cuando ni siquiera así lo lograba, las rajaba como a inservibles muñecas de trapo.
―Estás ofuscada, cariño. Seguro que en cuanto nos casemos, te sentirás mucho más serena. Trabajas en exceso y te implicas demasiado. Yo nunca te exigiré que abandones la medicina definitivamente, pero tienes que descansar. Al menos durante un tiempo. Haremos un largo viaje de novios. Un hijo. Un hijo te devolvería la cordura. Con un bebé al que mecer, pasarían todas las pesadillas que te atormentan. Estoy seguro ―dice recuperando su proverbial flema.
―No seas estúpido, Charles. La pesadilla no pasará jamás. La pesadilla soy yo. Yo soy la pesadilla. El azote de neonatos. La exterminadora de hombres. Los celos de otra mujer me arrebataron a mis hijos. Y desde entonces vago por el mundo sin encontrar paz, asesinando a los hijos de otras mujeres y alimentándome de los cuerpos de los hombres, que pagan con la sangre su lascivia. Ellos no nos respetan. Nos usan y nos tiran cuando ya no servimos a sus propósitos. Como ese Jack, ese bastardo que parecía tan valiente cuando destripaba a mujeres indefensas en callejones oscuros; pero que murió con los pantalones meados y suplicando por su miserable vida. Así son los hombres. Yo no tenía problemas cuando los consideraba simples presas. Pero luego apareciste tú y todo se complicó. Contravine las normas: los monstruos no tenemos derecho a enamorarnos. Los monstruos no podemos permitirnos los sentimientos. No podemos concedernos esa debilidad si queremos sobrevivir.
Mientras ve cómo prepara sus maletas, escucha un relato aprendido de labios de un viejo profesor muchos años atrás, en el college. Ya entonces aquella improbable historia encandilaba a los muchachos. Había en ella algo profundamente turbador a lo que la mayor parte de ellos aún no acertaba a poner nombre. Algo que les perseguía durante la noche, una vez que ya habían recitado sus oraciones y se habían metido en sus camitas. Que les hacía sudar y retorcerse entre sus blancas sábanas. Ese algo era la lujuria.
Poco podía imaginar entonces que años después, siendo ya un adulto que no se dejaba impresionar por cuentos de fantasmas, había de convertirse en uno de los protagonistas de aquella historia.

***

Yo vivía muy tranquila en Libia. Mi padre Poseidón y mi madre Libia, de la que tomé el nombre para desenvolverme en tu mundo, pues habría supuesto una gran imprudencia por mi parte presentarme como la señorita Lamia, me legaron un gran reino estable y próspero. Me habría convertido en una mujer feliz de no aparecer Zeus. Los hombres son sólo fuente de problemas. Se encaprichó de mí como se encaprichaba de casi todo lo que portara faldas, independientemente de lo que se escondiese bajo ellas, y eso supuso mi perdición. No paró hasta conseguirme. Él no era célebre precisamente por su discreción en asuntos de alcoba; su esposa se enteró. Y la mujer despechada vertió su veneno sólo sobre mí.
He tenido muchos siglos para perdonarla, para entender que las mujeres enamoradas somos lo suficientemente estúpidas como para lanzar piedras sobre nuestro propio tejado. Hace tiempo que no le guardo ningún rencor. Y no fue fácil llegar hasta aquí; ella hizo de mí el monstruo que soy. Pero sobre todo, ella aniquiló a mis hijos. Mis niños perecieron por su mano. Y yo no pude hacer nada más que mirar. Reviví una y otra vez esa escena cruel. Me faltó poco para volverme irremediablemente loca. Creí haber perdido el juicio definitivamente. Sólo quería despedazar, desgarrar, saborear la carne de los que eran más afortunados que yo… Sólo quería venganza. Me consumía la envidia cuando veía madres felices con sus pequeños en brazos. Y por las noches visitaba calladamente sus cunas y les robaba el aliento para siempre con un tierno beso. Quería llevármelos conmigo. Pero eso no era posible, porque yo estaba condenada a la soledad. Yo estaba maldita. Aún hoy lo estoy. Lo estaré siempre.
Sin embargo he decidido resarcir una parte de mi culpa. Soy un monstruo, sí, pero hasta los monstruos tenemos principios. Quizá, un alma. He dejado de perseguir a los bebés. Y puede que un día incluso encuentre el modo de protegerles de ese misterioso mal que sigue aniquilándoles durante el sueño, y del que yo no soy responsable. Los hombres se han convertido en mis únicas presas. Ellos son los verdaderos responsables de mi desgracia. Mientras ellos sigan robándoles la vida a las mujeres, yo seguiré robando su sangre.

***

Cierra su maleta muy lentamente, como si temiese que un movimiento demasiado brusco pudiese arrugar sus preciosos vestidos.
―Ten ―dice tendiéndole su antiguo camafeo de pasta vítrea: sobre el fondo negro, una hermosa figura femenina medio desnuda, sentada sobre el regazo de un joven dormido que parece estar teniendo un sueño lúbrico. La joven resultaría deliciosa de no ser por las garras y colmillos con los que ha empezado a despedazar el pecho de su víctima―. Así recordarás siempre lo cerca que estuviste de la muerte. Por cierto, Charles, ya he solucionado esa otra cosilla que quería dejar zanjada antes de nuestro matrimonio. No habrá más chicas destripadas. Mis pupilas podrán volver a dormir tranquilas. Podrán regresar a la seguridad de sus vidas cotidianas. Ya sólo tendrán que seguir bregando con el frío, el hambre, las enfermedades venéreas, las palizas de los borrachos, las extorsiones de sus chulos, las vejaciones de los clientes, las amenazas de los policías, los insultos de las gentes “de bien”… Pero sospecho que eso ya no es asunto mío. En este mundo vuestro, las pesadillas como yo resultan totalmente anacrónicas. No creo estar a la altura de lo que me exigiría esta era. Nace un alba nueva. Y en ella no hay cabida para el candor del monstruo. Es el tiempo de Jack y sus secuaces, no el mío: demasiado ingenua, demasiado inocente. Me retiraré a algún lugar en el que aún pueda prosperar una visión romántica del mal. Una visión un poco menos retorcida. Y allí pensaré en ti.
―¿Así que finalmente estabas preparada para unirte a mí?
―Yo sí. Pero para ti es demasiado pronto. Aún te queda mucho por vivir. Quién sabe. Quizá un día me arrepienta y vuelva a buscarte ―Girándose en el quicio de la puerta, le guiña un ojo―. Sólo dentro de mucho, mucho tiempo. Cuando ya seas muy viejo y nadie pueda echarte de menos. Cuando ya no tengas nada que perder. Nada, claro está, excepto tu sangre.





 Sobre la autora:
Salomé Guadalupe Ingelmo (Madrid, 1973). Formada en la Universidad Complutense de Madrid,
Universidad Autónoma de Madrid, Università degli Studi di Pisa, Universita della Sapienza di Roma y Pontificio Istituto Biblico de Roma, se doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro del Instituto para el Estudio del Oriente Próximo de la UAM, desde 2006 imparte cursos sobre lenguas y culturas mesopotámicas en dicha Universidad.
Ha recibido premios literarios nacionales e internacionales. Sus textos de narrativa y dramaturgia han aparecido en numerosas antologías. En la última década ha sido jurado permanente del Concurso Literario Internacional “Ángel Ganivet” (Asociación de Países Amigos, Helsinki, Finlandia) y jurado del VIII Concurso Literario Bonaventuriano (Universidad San Buenaventura de Cali, Colombia).
Publica asiduamente ensayos literarios, tanto académicos como de divulgación, en diversas revistas culturales y medios digitales nacionales e internacionales. De entre los últimos: “Literatura testimonial: justificación personal o voluntad de utilidad histórica.  El último vuelo de “Un señor muy viejo conunas alas enormes”. La decadencia de América Latina según García Márquez, en Revista Destiempos (México) n. 45, Estudios y Ensayos, Junio-Julio 2015, p. 59-81; “Borges, un tahúr en la corte del rey Assurbanipal”, en Homenaje a Mario Liverani / Omaggio a Mario Liverani, Revista ISIMU (Madrid: UAM) n. 11-12, p. 49-78; Del Génesis al Big Bang. La evolución de las narraciones cosmogónicas en las fuentes literarias: de los antiguos mitos de creación a la más cientificista ficción contemporánea, en la revista digital miNatura. Revista de lo breve y lo fantástico 141, marzo-abril 2015,, p. 98-111; A 218 años de su nacimiento, Mary Shelley: Libre pero atormentada, en Revista Almiar - Margen Cero III Época Nº 82 / septiembre/octubre 2015, 06/09/2015. Sus críticas de cine suelen aparecer en la revista digital Luz Cultural   y en el diario Luz de Levante.
Específicamente en el ámbito del terror, prologó El Retrato de Dorian Gray (Editorial Nemira, 2009). Desde 2009 colabora ininterrumpidamente con la revista digital bimestral miNatura: Revista de lo breve y lo fantástico <http://www.servercronos.net/bloglgc/index.php/minatura/>, en la que han visto la luz sus microtextos de naturaleza fantástica, de ciencia ficción y terror, así como algunos ensayos literarios relacionados con estos géneros. Ha sido incluida en Tiempos Oscuros: Una Visión del Fantástico Internacional n. 3 (especial monográfico sobre el estado actual del género en España. Tres relatos suyos,  Hoodo Voodo Show, Ius sanguis y Vendrá la muerte y tendrá tu rostro han sido incluidos en sendas antologías de la editorial Saco de Huesos: Antología Grand Guignol (colección Calabacines en el ático), Antología Steampunk (colección Calabazas en el trastero) y Siglo de Sombras (colección Calabazas en el trastero) respectivamente. Un compendio de sus obras narrativas pertenecientes a los géneros de terror y ciencia ficción puede consultarse en la Biblioteca TerceraFundación .

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