miércoles, 18 de junio de 2014

El Dogo de Burdeos por Pablo Martínez Burkett



Pablo Martínez Burkett (Argentina) [1]
Ilustrador: Jonathan González Gómez (España)

Por un lado, la certeza de que tanto en las grandes corporaciones como en los gobiernos, muchos jerarcas que adhieren con insospechado fervor a las políticas (públicas o empresarias) que se declaman y proclaman, en realidad piensan exactamente lo opuesto. Y aún tratándose de pensamiento tan antípoda lo llevan hasta la última consecuencia porque obtienen de ello una ventaja, la más de las veces, patrimonial.
Y por el otro, es uno de mis “temas” favoritos retratar lo que sucede cuando un evento azaroso, imprevisible y hasta inaudito, rompe el silogismo pacificador en el que nos gusta encorsetar a eso que llamamos realidad.

El mundo no sería más que una inmensa tautología eterna y arbitraria, tan necesaria y absurda en cada uno de sus detalles como en su totalidad.
Ilya Prigogine, La nueva alianza.


l cansancio le carcomía los huesos y apenas si lograba seguir caminando. Aunque al borde de la extenuación, el vértigo de las últimas horas lo mantenía vigilante. De repente, se abrió un claro en la selva y se topó con el río que venía buscando. Esperaba atinarlo bastante más adelante. Seguramente se había extraviado. Sonrió por lo que también significaba ese pensamiento. En el cielo, unas nubes de bordes violetas y panza naranja se arremolinaban para verlo emerger de la bóveda de árboles y lianas como zarpas. El río bajaba henchido por la lluvia y bendijo su aparición. Feliz de haber alcanzado la frontera, comenzó a nadar con el último esfuerzo y en la otra orilla se dejó mecer por la corriente. Se puso a cantar una vieja canción de cuna iraní. Era la primera vez que se oía la voz en casi una semana. Fueron unos pocos días en el vientre de la jungla y ya sentía que había pasado una eternidad desde que se despidió de su fiel Ousmane. Al aide de chambre senegalés no le gustó nada quedarse en el caserío al pie de las montañas, pero por más que insistió, el coronel se mantuvo firme. Hay ciertas cosas que un hombre tiene que hacer en soledad.
Todo se precipitó una semana atrás. El catalizador se presentó en el hotel que usaba de cuartel general. En la sala de situación rechinaba un desvencijado ventilador de techo. El calor envolvía los cuerpos como una mortaja sinuosa. Mientras Ousmane le deslizaba la navaja por la calva, se concentraba en un mapa con los últimos desplazamientos de la guerrilla. El televisor en blanco y negro pasaba retazos de un noticiero extranjero que, insólitamente, había logrado eludir los Comités de Pureza Ideológica. Una mujer de voz monocorde comentaba los últimos hechos de barbarie en la región, mientras imágenes de matanzas étnicas ilustraban el análisis. En un momento, la filmación lo captó sobre la caja de un jeep, asistiendo a una ejecución pública. No pudo reconocerse en ese rostro de imperturbable somnolencia.
Se llamaba Jean Jacques Philip François de Saint-Loubés, mejor conocido como “El Dogo de Burdeos”. Nunca se sintió merecedor de los blasones familiares y había dejado de ser teniente coronel de la Legión Extranjera unos cuantos años atrás. En la última década ofició de contratista, asesor, observador, entrenador y alguna otra etiqueta que la inventiva de sus patrones diseñaba para disimular su condición de soldado de fortuna. Un mercenario, eso era. Nunca tuvo el más mínimo reproche de conciencia. Desde Caín para acá, los hombres se han revelado incapaces de resolver sus diferencias de forma civilizada, y su trabajo consistía, precisamente, en hacer razonar al enemigo. Así de simple. Se desempeñaba con orden y método. Era minucioso, era paciente. Era letal. Si bien tenía ciertos límites respecto de mujeres, niños y ancianos, la dinámica del combate podía quitarle el carácter de regla infalible. Con todo, hacía rato que en esta guerra no se sentía cómodo. Profesaba un desprecio visceral por el Dictador Supremo, a la sazón un cabo de intendencia autoproclamado presidente vitalicio, luego de perpetrar un coup d’Etat bajo el auspicio de un grupo multinacional codicioso. Pero no era allí donde debía buscar la causa de su ofuscación. Si fuera por falta de simpatía al mandamás de turno, no podría desempeñarse con su reconocido profesionalismo. Esta vez, por alguna razón que no podía precisar, era otra cosa y el eco de la incertidumbre estaba empezando a irritarlo. Y la última vez que se sintió así, tuvo que huir luego de pegarle un tiro en la frente a un general de tres estrellas que deshonraba el uniforme de la Legión traficando armas con los insurgentes.
Como un león enjaulado, llevaba unas cuantas semanas dándole vueltas al asunto. Si había algo que lo fastidiaba era no poder resolver un rompecabezas. En la linealidad de su mente militar, descreía del azar y atribuía cualquier falta de soluciones al transitorio desconocimiento de las condiciones que convergen sobre un proceso. Nada que no pudiera zanjarse con perseverancia. En una larga carrera como hombre de armas, su inteligencia privilegiada y un distintivo estoicismo, le habían permitido anticipar las leyes que ordenan la realidad. Pero de un tiempo a esta parte había empezado a preguntarse qué hacía en ese país de nombre impronunciable y gentes peores que fieras.
La primera respuesta era casi obvia, su presencia quedaba justificada por las obscenas cantidades de dinero que le depositan en una cuenta numerada en Suiza, o, por mejor decir, por el buen pasar que ese dinero puede comprar. Gruñó desaprobando una mentira que no tolera el más mínimo escrutinio. La mayor parte del tiempo está sepultado entre pajonales, durmiendo al raso o con el agua hasta el cuello, en compañía de sanguijuelas, mosquitos y otras alimañas que en nada se parecen a las sábanas de algodón egipcio a las que solía ser aficionado. Su cuerpo membrudo ha padecido menos por las heridas que por las curaciones de algún nativo con más de brujo que de médico. Y aunque nunca fue devoto de los amores de ocasión, supo demorarse con una amante camboyana que, además de pegarle la Flor de Vietnam, lejos estaba de parecerse a una dama de la sociedad parisina. O tal vez, quién sabe. Mejor intentar otra excusa.
Después se justificó pensando que lo hacía por sus hijos, para que pudieran seguir asistiendo a uno de los mejores colegios internacionales de Ámsterdam. Sus hijos, una vaga sombra de recuerdo. Ya adolescentes, cada regreso al hogar se tornaba un diálogo entre desconocidos. Definitivamente no se batía por el sistema que cobijaba a la insensible juventud de sus hijos.
Acudió al salvoconducto de pensar en su mujer. De verdad la quiso mucho. Su lánguida belleza lo había cautivado tanto como a ella la tradición nobiliaria de su apellido. Pero pronto sus caminos se perdieron en infinitas bifurcaciones. Se le arremolinó el estómago recordando cómo la belle Geneviève gasta el dinero en ropa que ni usa, zapatos que machaca por única vez, y claro, en redecorar. Siempre que le escribía, estaba redecorando alguna porción de la mansión familiar. Si seguía por esa línea de pensamiento, la náusea sería aún peor.
Pensó entonces en los compañeros de promoción en Saint-Cyr que han tenido el decoro de hacerse matar en el campo de batalla. Pensó en la Patria y comprendió que hacía rato que dejó de tener una. Ni siquiera una bandera. Quizás ya no tuviera honor.
Mecha sketch 3
Afortunadamente, fue llamado de improviso a una reunión en el Estado Mayor. Como hombre de acción, consideraba a las reuniones en el Palacio de la Revolución como un incordio. Sólo servían para engreídas exhibiciones de poder y ordalías de servilismo, pero por esta vez la oportunidad resultaba excusa suficiente para dejar de pensar. En la oficina del Mariscal del Aire fueron llegando el Comisario Político y el titular de la Oficina de Asuntos Domésticos, eufemismo para la feroz policía secreta. Mientras aguardaban al Edecán visualizó un ejemplar del Manual del Caos Revolucionario. Se trataba de la obra más prohibida en el Índice de la Reorganización Nacional, cuya posesión era castigada con la muerte. Atribuyó la inesperada presencia a alguna requisa o posiblemente, a una excentricidad del temible Comisario, quien disfrutaba con salmodias del tipo: “para vencer al enemigo hay que leer sus textos, cantar sus canciones y fornicar a sus mujeres”. Sin dudas, era otro de sus aberrantes experimentos. Se forzó para olvidar siquiera que lo había visto. El Edecán hizo su entrada, interrumpiendo el canje de trivialidades sobre el monzón. Mientras se repetían los taconazos y los saludos pomposos, las tapas coloradas del Manual oficiaron como silencioso imán, y para el estupor de todos, el mismísimo Monje Negro comenzó a hojear el libro con desparpajo, mientras comentaba algunos pasajes. Primero con tibieza, luego con impudor, todos, salvo el Dogo, se entregaron a discutir las aristas del pensamiento subversivo, celebrando las bondades de ciertos silogismos. La evidencia de simpatizar con la doctrina enemiga les impuso un incómodo silencio, y si bien tenían demasiado poder dentro del Régimen como para temer, rápidamente se dedicaron a tramar las próximas maniobras de exterminio.
Pero como un cáncer la semilla estaba plantada en el espíritu atormentado del Dogo. De regreso a su cuartel general fue repasando lo acontecido. Era obvio que ninguno de los jerarcas compartía la doctrina del Dictador, y sin embargo, daban sostén ideológico a un Régimen que cada vez se parecía más a un carnaval sangriento. Por una extraña asociación de ideas, recordó sus épocas de estudiante y el título de un poema de Stéphane Mallarmé: “Un golpe de dados nunca suprimirá el azar”. El detalle de cinismo no fue suficiente para apagar el fuego que le escocía el estómago.
Hasta ese instante había tenido la convicción de que el universo funcionaba como una especie de reloj cuyo inmutable peregrinar responde a leyes eternas. Y más allá de alguna ignorancia ocasional, todo puede ser explicado a su tiempo porque todo hospeda un nexo causal que repele el azar. Pero si la máscara de su propio rostro había dinamitado estas convicciones, la discusión sobre el Manual había terminado por aniquilar la fe en un mundo predecible. Comprendió en ese momento el engaño de creer en leyes transitorias y erróneas. Comprendió con dolor, que lo único inexorable era la incertidumbre. Y entonces alumbró la idea que sería una traición pero también su rescate.
A través de Ousmane, los delatores habituales fueron anoticiados de que el Dogo se internaba en la jungla para llevar nuevas órdenes al escondrijo donde se resguardaban las reservas de la Nación. Sin muchas palabras, se despidió de su ayudante, dejándole instrucciones precisas. En la aldea, los pobladores se preparaban la cena mientras los fogonazos de la artillería rebelde delataban la cordillera.
Adentrándose en la espesura, fue indolente en cubrir sus huellas. Aún la inepta patrulla que lo venía siguiendo podía secundar su derrotero. Igual, jugó con ellos. En los días se divertía ahogándolos en fangales y por las noches los hacía dormir sobre peñascos. Un par de veces los oyó darse ánimos con arengas tomadas del Manual del Caos Revolucionario. Después de tenerlos errando una semana, los orientó hasta los silos repletos de armas, víveres, lingotes de oro, diamantes y medicamentos. Fue su manera de rendirse al caos aleatorio. A pesar de todo, se batió junto al destacamento de Guardias de la Revolución, sorprendidos por el horror de lo inesperado. Gritó órdenes, organizó defensas inútiles. Como hormigas enardecidas, los guerrilleros fueron reventando cada portalón, allanando cada depósito, tomando cada almacén. Festejaban como chicos. Nunca sabrá a qué bando atribuir las balas que le abrieron un par de surcos en la carne. Cuando lo dieron por muerto, se dejó engullir por la selva. Caminó sin destino, con una superpuesta sensación de agobio y libertad. Aunque tomó los recaudos del caso, se le infectaron las heridas. En una última ofrenda al dolor, omitió usar morfina. De cualquier modo, pronto olvidaría que alguna vez fue el Dogo de Burdeos. El río lo recibió con generosidad y nadó hasta la otra orilla. Aferrado a un raigón, se dejó mecer por la corriente mientras cantaba una canción de cuna iraní. Quizás Ousmane nunca pueda encontrarlo. No tuvo que esforzarse para sonreír cuando descubrió a una libélula aleteando sobre los dos retazos carmesí que le florecían el pecho.

Sobre el Autor:
Pablo Martínez Burkett. Nació en 1965 en Santa Fe (Argentina) pero vive en Buenos Aires. Es
abogado y docente universitario. Autor de los libros de relatos Forjador de penumbras (Ediciones Galmort, 2011) y Los ojos de la Divinidad (Editorial Muerde Muertos, 2013). Escribe para revistas del país y el extranjero. He participado en numerosas antologías, las dos últimas El libro de los muertos vivos –Antología zombie (LEA, 2013) y Buenos Aires Próxima-Antología Fantástica (Ediciones Ayarmanot, 2014). También he incursionado en los ensayos literarios. Recibió premios en una docena de concursos literarios.
Cultiva el llamado “fantástico rioplatense”, con relatos donde se produce un extrañamiento de lo cotidiano que se vuelve anómalo, siniestro o aterrador. Está escribiendo El retorno de la crisálida, un folletín por entregas sobre vampiros anarquistas en un futuro estragado por el Apocalipsis climático; Pozo del Diablo, una novela negra con trazos de terror sobrenatural y El regreso del Uñudo, una novela ambientada en un pueblito de la pampa argentina estragado por vampiros chinos.
Tiene un blog: www.eleclipsedegyllenedraken.blogspot.com. Después de leerlo no vas a poder decir que la realidad es monótona y aburrida.



Sobre el Ilustrador:
Jonathan González Gómez (Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, 1985) artista Conceptual freelance. Estudió en la escuela de Arte Fernando Estévez (Santa Cruz de Tenerife).






[1]  Integra su último libro de relatos “LOS OJOS DE LA DIVINIDAD” (Editorial Muerde Muertos, 2013).

domingo, 15 de junio de 2014

CONVOCATORIA SELECCIÓN DE TEXTOS TIEMPOS OSCUROS Nº4



La Revista DigitalTiempos Oscuros (Un panorama del Fantástico Internacional) tiene el placer de dar a conocer la convocatoria para confeccionar su cuarta entrega, un número dedicado, al contrario de otras ediciones, en esta ocasión estará centrado en República Dominicana y Puerto Rico.
Es por ello que todos aquellos escritores dominicanos y puertorriqueños que deseen participar en la selección de los textos que compondrán el número cuatro de la revista digital Tiempos Oscuros deberán atenerse a las siguientes bases.
BASES
1. Podrán participar todos aquellos escritores dominicanos y puertorriqueños, residentes o no en su país de origen, con obras escritas en castellano.
2. Los textos deberán ser afines al género fantástico, la ciencia ficción o el terror.
3. Los trabajos, cuentos de entre 5 a 10 páginas, deben estar libres de derechos o en su defecto se aceptarán obras con la debida autorización del propietario de los derechos de la misma.
4. Los trabajos deberán enviarse en documento adjunto tipo doc (tamaño de papel DinA4, con tres centímetros de margen a cada lado, tipografía Time New Roman puntaje 12 a 1,5 de interlineado). Dicho archivo llevará por nombre título + autor de la obra y junto a él se incluirá en el mismo documento plica que incluirá los siguientes datos: título del cuento, nombre completo, nacionalidad, dirección electrónica, declaración de la autoría que incluya el estado del texto (si es inédito o si ha sido publicado, en este segundo supuesto deberá incluir dónde se puede encontrar y las veces que ha sido editado, tanto si es digital como en papel, y si tiene los derechos comprometidos se deberán incluir los permisos pertinentes). Junto a todos estos datos también pedimos la inclusión de un breve currículum literario que será publicado en la revista y una fotografía del autor si lo desea para el mismo fin.
5. En ningún supuesto los autores pierden los derechos de autor sobre sus obras.
6. La dirección de recepción de originales es:
revistatiempososcuros@yahoo.es
En el asunto deberá indicarse: COLABORACIÓN TIEMPOS OSCUROS Nº4
7. Las colaboraciones serán debidamente valoradas con el fin de realizar una selección acorde con los intereses de la publicación.
8. Los editores se comprometen a comunicar a los autores, que envíen sus trabajos, la inclusión o no del texto en la revista. Nos encantaría poder incluirlos todos pero nos hacemos al cargo sobre el volumen de textos que se podemos llegar a recibir.
9. Todos los trabajos recibirán acuse de recibo.
10. La participación supone la total aceptación de las normas.
11. El plazo de admisión comenzará desde la publicación de estas bases y finalizará el 1º de noviembre de 2014. (No se admitirán trabajos fuera del plazo indicado).

Ricardo Acevedo Esplugas
Carmen Rosa Signes Urrea

Directores de la Revista Digital Tiempos Oscuros

viernes, 13 de junio de 2014

A la tercera… se espera la cuarta: Un escritor cubano en Les imaginales 2014 de epinal… ¡otra vez!

                                                        
Por José Miguel “Yoss” Sánchez

La fotos son de los participantes a Les Imaginales 2014 ¡Gracias!

Afiche oficial de Les Imaginales 2014 por Juan Miguel Aguilera

ANTES DE SUBIR AL AVIÓN
Casi terminando octubre del 2013, y mientras ya comenzaba con los preparativos para ir a la Feria del Libro de Ecuador, mi amiga y traductora francesa, Sylvie Miller, me envió un e-mail, tras casi 3 años sin tener noticias de ella.
En el escueto mensaje me contaba de sus avatares como autora, de su exitosa serie de Jean-Philippe Lasser, el detective de los dioses, escrita a cuatro manos con Philippe Ward, su ex pareja y editor de la pequeña editorial Riviere Blanche, con la que publiqué en 2009 mi primer libro en francés, Interferences… y sobre todo, me preguntaba si yo estaría disponible a finales de mayo del año siguiente para acudir a Les Imaginales 2014 en Epinal, pues una de las organizadoras históricas del evento, Stephanie Nicot, estaba empeñada en invitarme, dado que la 13ra edición estaría especialmente dedicada a los autores en español.
¿Dudarían ustedes un solo instante si los invitaran al Paraíso? Antes ya había estado 2 veces en Les Imaginales: en el 2002, en su segunda edición; y en la décima, en el 2011. Y la fiesta lorenesa del fantástico francés, segunda de Europa por su importancia, y sólo a la saga de Les Utopiales de Nantes, me había hecho sentir en la gloria. Mesas de autores para firmar libros, salas de juegos, disfraces, entrevistas, amigos, lectores, cuatro días de camaradería fantástica entre fantásticos autores ¿quién podría resistirte a más de eso?
Obviamente, dije que sí…y confiado en la proverbial seriedad de los franceses en asuntos de cultura, me olvidé del asunto, más preocupado y a más corto plazo por los pasajes para Quito que no llegaban, los amigos que no podrían ir a la ciudad ecuatoriana, como Susana Sussmann, atrapada en Caracas como tantos venezolanos por culpa del boicot de las aerolíneas contra el gobierno de Nicolás Maduro, etc.
Pero, como de las peripecias del viaje a la Feria sudamericana junto con el amigo y colega Raúl Aguiar ya hablé bastante en mi crónica La Latinoamérica fantástica avanza, concentrémonos en Les Imaginales 2014.
Llegó el 2014, llegó y pasó la Feria del Libro habanera, y a mediados de febrero vi en mi buzón una notificación de facebook, en la que Juan Miguel Aguilera, dibujante y sobre todo autor reconocidísimo (El Refugio; Mundos en la Eternidad; Rihla; La locura de Dios) del fantástico español, a quien conociera justamente en 2002 en mi primera visita a la ciudad del Mosela, me avisaba de que Javier y él también acudirían allí a finales de mayo. Aunque las primeras novelas de Juanmi fueron escritas a cuatro manos con Javier Redal, supuse que no se trataba de él, sino de otro grande del fantástico español: Javier Negrete (La mirada de las furias; Alejandro Magno y las águilas de Roma y la serie de Tramórea) con quien, tras entablar tremenda amistad en mi primera visita a Francia, para Les Utopiales de 2002, nunca había vuelto a coincidir… mientras que a Aguilera lo había visto dos veces más (aunque nunca suficiente): en la Semana Negra de Gijón en el 2004 y en Castellón en el 2011.
Como, y por cortesía de Cubarte, en casa tengo correo electrónico, pero no conexión plena a Internet, decidí dejar para luego lo de contestarle a Juanmi… y lo fui dejando. Entretanto, y no sé cómo, el argentino Leandro Avalos Blacha localizó mi mail y se comunicó conmigo avisándome de que él sería el cuarto invitado hispano a Epinal, pidiéndome que le remitiera algo de lo que había publicado en francés para leerlo “y no llegar completamente ignorante de lo que hacían los colegas”. Ni corto ni perezoso le envié País grande, país pequeño, el fix-up de tres relatos que mi amiga y ángel guardián Sylvie tradujera al francés como Interferences.
Juan Miguel Aguilera

Bueno, la representación española iba a ser de lo más selecta, eso era seguro. Me pregunté si Leonardo se afeitaría la cabeza, como Javier y Juanmi, o usaría melena como yo. ¿Seríamos el peludo y los tres pelados, o 2 y 2? Y me imaginé que si en el 2002 Aguilera, su esposa mexicana Alejandra  y yo nos habíamos divertido de lo lindo, lo mismo que yo en el 2011, sin nadie más que Sylvie con quien hablar español, tener toda una “barra latina” iba a ser una variación muy agradable. Y agradecida: porque si mi dominio del francés ha mejorado algo en los últimos años, hasta el punto de que ya puedo entenderlo casi todo si hablan despacio, la verdad es que mi acento no ha sufrido el mismo proceso y las malditas liassons del idioma de Voltaire y Racine me siguen golpeando duro. Por más que algunos amigos, como la norteamericana Robin Hobb, hayan llegado a escribir que me comunico perfectamente… con la cara y las manos más que con la lengua, eso sí.
Confieso aquí sin pena que mi idea original, aprovechando al máximo como buen cubano que los organizadores del evento en los Vosgos ya me pagaban cel ostoso pasaje a Europa, era seguir de Francia a España. Pasar por Barcelona a ver a mi hermano, a mi socio Vladimir y otros amigos varios, quizás dar un saltico a Mallorca para ver a Camila, la hija de Bruno Henríquez y sobre todo a Ibis para que me organizara una presentación en alguna librería y que el viajecito me saliera gratis, luego seguir a Castellón para pasar un fin de semana con los socios Carmen y Ricardo, de la revista fantástica miNatura, y de ahí a Benidorm, para ver a Tania, recientemente enviudada, con sus dos adorables vástagos… y tan ambicioso itinerario se lo comuniqué por e-mail a Marion, la encargada de los pasajes de Les Imaginales, solicitándole que en vez de regresar el 26 me pusiera el regreso el 6 de junio, y si fuese posible desde España.
Nunca ponderaré lo suficiente su comprensión y paciencia: inicialmente me encontró una combinación perfecta, con Air Europa, regresando justo la mañana del 6 desde Madrid. Mi hermano, por su parte, a mi solicitud y aprovechando su disponibilidad de Internet, encontró un interesante pasaje Luxemburgo-Barcelona, por 60 euros, luego un autobús desde la ciudad condal hasta Madrid, por sólo 32 ¡menos de 100 euros!
¿Se podría caso pedir más? yo estaba encantado. Parecía un plan perfecto.
Por desgracia, como los mejores planes de ratones y de hombres suelen frustrarse en un abrir y cerrar de ojos, el dinero extra con el que contaba para no ir dando vueltas por Europa con los bolsillos vacíos no llegó a tiempo, pues mi editorial norteamerciana, Restless Books, que ya en el 2013 me había pagado 2000 dólares de adelanto por la publicación digital en inglés y español de mis novelas Se alquila un planeta y Super Extra Grande, no me haría llegar los otros 2000 que aún me adeudaba sino hasta la aparición de ambos libros… a principios de noviembre.
Pequeña tragedia, esa demora; mi economía personal, como la de todo buen escritor independiente, se parece bastante a la marcha de Tarzán por la jungla por encima de hambrientos cocodrilos y leones… sólo que en vez de balancearse de liana en liana como el hombre mono, yo lo hago de premio en pago por conferencia, de derechos de autor por un libro a adelantos por otro... y a veces me muerden los talones las fieras de la pobreza.
Y sin dinero ni para la casa, pensar en tan ambicioso recorrido se volvía absurdo.
Así que hice de tripas corazón y le escribí a Marion anulando la espléndida idea original, sniff, sniff. Por lo que quedó conformado el plan de una especie de incursión comando cubana en Europa: salida el martes 20 de mayo en la noche hacia París, con escala en Madrid. Del aeropuerto de Orly, sitio en el que me dejaría el avión a media tarde del miércoles 21, taxi o metro hasta la Gare de l´Est, donde ya me habían reservado un pasaje en tren hasta Nancy, saliendo a las 7 pm para llegar a las 8 y media de la noche a la capital de la región de Lorena, donde un auto me llevaría finalmente a Epinal… casi 24 horas después (considerando diferencias horarias) de haber partido desde La Habana. Y, tras 4 días en Les Imaginales, el regreso el domingo 25 en la noche sería por el estilo; sólo que entonces dormiría en un pequeño hotel parisino, para tomar el avión vía Madrid en la mañana del lunes 26.  
Viajero habitual, me asesoré sobre la temperatura en Epinal (impredecible, a grandes rasgos, entre 17 y 28 grados; habría que llevar chaqueta, por si acaso) decidí no llevar maleta, sino sólo la cómoda mochila (en su mayor parte llena de libros míos para reglar… o vender, si el asunto monetario resultaba estar tan mal como parecía, o peor), pedí prestados 50 euros para gastos de taxi, metro y eventualidades varias, y tras despedirme de madre, novia e hijo de la novia, subí al auto de mi socio Sergio camino al aeropuerto internacional José Martí.

EL VIAJE Y LA LLEGADA
Aunque no creo que nadie robe libros en los aeropuertos, ni siquiera en Cuba, por si acaso protejo con nylon mi único equipaje. ¡Cómo ha subido el precio del servicio! 8 cuc por convertir mi mochila en algo bastante parecido a una mosca envuelta en la seda de una araña gigantesca.
Por suerte, como miembro de la UNEAC en viaje por motivos culturales, tengo derecho a una envidiable carta que me permite pagar el impuesto de aeropuerto en pesos y no en cuc. 25 de unos apenas si hacen 1 del otro. Gran ahorro, pese al lío de la doble moneda.
El control de Aduanas siempre es igual: quítese el pañuelo de la frente, mire a la cámara, evidentes dudas de que yo sea yo. Pero peor es el paso por el detector de metales; para mí, que uso muñequeras, cinturón y botas llenas de hierros, se parece bastante a un striptease. Bueno, mantener el estilo exige ciertos sacrificios… y al menos ya tengo bastante práctica en esto de quitarme y ponerme accesorios con rapidez. De todos modos mis anillos, que no puedo remover de los dedos, generan siempre miradas suspicaces ¿cómo la pasarán los infelices portadores de piercings? Mejor ni pensar en eso.
Pequeño problema. Mi traqueteado libro electrónico, donde estaba leyendo La espada de fuego, primer libro de Tramórea de Javier Negrete (para actualizarse con la obra de los amigos antes de reencontrarlos) temperamental como siempre, se bloquea un par de horas antes de salir. Tengo que cargar con El año del diluvio, de Margaret Atwood, una especie de secuela postcatastrofista de la genial Oryx y Crake, su segunda novela de CF. Abulta un montón en el bolsillo de mi pantalón militar, pero son más de 500 páginas; espero que me dure hasta París, o al menos hasta Madrid. Y que mi e-reader se recupere, o preveo unos días algo aburridos.
Air Europa es una compañía singularmente ahorrativa… por no decir tacaña; otras regalan los audífonos para poder escuchar música y las películas; ellos los venden. En el catálogo de artículos de oferta a bordo, 3 euros; y encima han cambiado la conexión, así que los que tengo desde el 2010 ya no sirven. Primer gasto imprevisto, pero vale la pena.
Tras la comida, leo un poco y trato de dormirme enseguida, para suavizar el jet lag, siempre peor al viajar
 Christ-Off Sculpteur
hacia el este… pero la programación de cine me tienta; primero un capítulo de The Big Bang Theory, la serie emblemática de los nerds de todo el mundo, luego el filme Operación Sombra, una aventura en el nuevo Moscú de Jack Ryan, el incombustible héroe de la CIA creado por el recientemente fallecido Tom Clancy, con Kevin Costner en un papelito secundario, pero muy sólido. Por suerte, el segundo largometraje, Anchorman 2, secuela de una comedia sobre los presentadores de TV americanos de los 80, resulta bastante soso y cuando sirven el desayuno he logrado dar una cabezada de al menos 4 horas.  
Entre col y col, cuando ya descendemos sobre Madrid, acabo con El año del diluvio… y lo dejo en la bolsa tras el asiento delantero. No voy a cargar con semejante mamotreto, sobre todo porque en casa lo tengo digital. Cómo han cambiado los e-readers la tradicional actitud posesiva del lector del fantástico.
Las clásicas miraditas suspicaces en el control de Aduanas español de Barajas, al entrar a Europa ¿con que escritor que acude a un evento? ¿vestido de camuflaje de desierto, con esos bíceps, esa melena y esos tatuajes? Me hacen pasar varias veces por el detector de metales, como asombrados de que no traiga al menos una ametralladora escondida en la suela de mis botas.
Ya me leí la revista de la aerolínea, así que hago de tripas corazón y me compro algo para no aburrirme: el último número de la revista Scifiworld, con todo sobbre los últimos filmes fantásticos: la nueva versión de Godzilla, el sexto filme de los X-Men; Maléfica, la curiosa precuela de La Bella Durmiente con Angelina Jolie interpretando al hada malvada, y otros.
Pobre de la gente que tiene menos de una hora para hacer su conexión en Barajas, sobre todo si no están en buena forma física o son algo distraídos. Hay que caminar tanto dentro de este aeropuerto, en el que además no se hacen anuncios por megafonía, que hay que andar ligero y muy atento a los monitores.
El vuelo intereuropeo demuestra una vez más de dónde saca sus ganancias Air europa ¡también hay que pagar por la merienda! Una pizza minúscula y regularcita más una coca cola, 9 euros.  A este paso tendré que tocar la armónica para pagar el metro, de regreso de Epinal.
El vuelo dura poco más de una hora ¡llegamos adelantados 20 minutos! Impensable con muchas aerolíneas… bueno, no todo es malo con Air Europa. Aunque sea el segundo de París, el aeropuerto de Orly es bastante menor que el gigantesco Charles de Gaulle. Pero lo prefiero; queda mucho más cerca de la ciudad, y como tengo 3 horas para llegar a la estación de trenes, esta vez no será imprescindible tomar un taxi.
Sin dudas mi francés ha mejorado; logro hacerme entender bastante bien por los de Información, que me indican de dónde sale el Orlybus que llega hasta la parada más cercana del metro, Denfert-Rochereau, y hasta me dan un plano ¡gratis! (palabra casi olvidada en Europa). Bien, desde allí hasta la Gare de L´Est, directo por la línea 4, ni siquiera tengo que cambiar. Estos parisinos piensan en todo.
Hace frío afuera, me pongo por primera vez la chaqueta de cuero…. bueno, al menos ya sé que no cargué con ella en vano. Serán unos 15 grados. Confortable, con abrigo.
Argh… el Orlybus cobra 7 euros con 50 por un recorrido que en el mapa parece mínimo. Aunque no es tan rápido, ni tan directo. Primer déja-vú de mi vida; la estación de Denfert-Rochereau me parece familiar, aunque estoy totalmente seguro de que nunca en mi vida he pasado por aquí. El ticket del metro sólo vale 1, 50 euros… algunos centavos más que cuando estuve por última vez, en el 2011; esto sí es inflación.
Qué suerte haber elegido la mochila y no tener que cargar con ninguna maleta voluminosa. Los parisinos atropellan para subir a los vagones del ferrocarril suburbano, sin hablar. Casi se echa de menos a los corteses empujadores del metro de Tokio, con sus guantes blancos. Por suerte, con el frío todavía no se desatan dentro del vehículo sobre rieles los olores a multitud típicos de una ciudad cuya población cree que bañarse en verano es una opción personal y que los desodorantes son menos importantes que los perfumes.
Estoy cansado, y el jet lag trata de cerrarme los ojos, pero me concentro en no dormirme; sería una pena pasarme de estación y tener que dar toda la vuelta. Llegando a la Gare de L´Est, que sí conozco de anteriores visitas a Utopiales e Imaginales, corro a validar el billete de tren prereservado… y como siempre, no doy pie con bola en las máquinas, así que hago la cola en una de las taquillas, y la funcionaria, muy amable, me lo imprime y de paso ya confirma. Ahora puedo comer… piden 6,50 euros por un sandwich, pero las tripas me crujen, y aunque sea en seco (las bebidas cuestan el otro ojo de la cara) tengo que llenarlas con algo.
Por suerte, no muy lejos hay un bebedero; como decía aquel viejo animado soviético de Plumita de Oro, mejor que el agua no hay nada. Sobre todo si es gratis.  
Me siento a esperar la salida del tren, previsto para un andén… que acaba saliendo por el de al lado, menos mal que estaba a la viva. Bueno, al menos en tiempo perfecto: en eso sí que los ferroviarios franceses no tienen nada que envidiarle a los suizos y alemanes.
Como otras veces, es el TGV. Wow, qué lujo, qué confort. Me quedan 20 euros, así que no me atrevo ni a acercarme por el vagón cafetería. El hambre me mantiene despierto hasta llegar a Nancy… donde al descender, no veo ni rastros del enviado a buscarme. Ah, y mi teléfono con tarjeta de Cubacel no sirve aquí, por supuesto, amén de que está descargado y los enchufes europeos redondos no le sirven a su conector. Tengo que comprarme un adaptador, pero ya. Recuerdo que en el catálogo de enta a bordo de Air Europa había uno que costaba 24 euros, pero ¿con qué se sienta la cucaracha?
Entretanto, como dijo Lenin ¿qué hacer? Recorro varias veces la pequeña estación, hasta que doy con un trío de personajes con aire de estar buscando a alguien. Reconozco a Joe Abercrombie, un talludo, barbado y pelirrojo inglés famoso por su serie de fantasía de La Primera Ley (que tengo en lista para leer ¡benditos sean los libros digitales!), y respiro aliviado. Contacto establecido.
Converso algo con Joe, que dice haber salido pocas horas atrás: es fácil y rápido llegar a Francia cruzando el Eurotúnel bajo el Canal de la Mancha. Más demora recorrer los 60 kilómetros entre la capital del antiguo ducado de Lorena y Epinal a orillas del Mosela, así que aprovecho y duermo como un bendito todo el trayecto, al fin relajado y en buenas manos.
Al llegar ¡qué agradable sorpresa! descubro que, como en las dos ocasiones anteriores, me han ubicado en el pequeño pero lujoso hotel Manoir (casa señorial, en francés, creo) en cuya planta baja está un restaurante 4 estrellas en la Guía Michelin (o sea, buenísimo… y carísimo) que nunca he probado: Le Manoir des Duqcs.
Más aún; la habitación que me está reservada es la escocesa… la misma que en mis dos visitas anteriores. Saben cómo hacerlo sentir en casa a uno, estos spinaliens (gentilicio para los habitantes de la localidad). Aunque la taza sanitaria todavía esté en una habitación separada del lavabo y la bañera, curiosa costumbre francesa a la que nunca me habituaré; ¿y si quiero lavarme las manos después de…?
Único problema: son las 10 pm, no hay nadie en la recepción (me dejaron llave y un folleto en un sobre a mi nombre) y supongo que tampoco en la oficina de Les Imaginales… y yo tengo hambre. Mucha hambre. Así que entro a saco en el minibar, singularmente situado bajo el lavamanos del baño. No es que haya mucho, pero es mejor que nada: me conformo con un tubito pequeño de Pringles, una Pepsi Cola en botella de vidrio, y una barra de chocolate de Mars.
imagino que todo junto costará bastante más de 20 euros, así que no sé cómo volveré a París… pero ahora es ahora, ya mañana se verá, filosofía clásica de todo cubano. Así que me doy una ducha y me acuesto sobre la inmensa cama cubierta con una sobrecama a cuadros, muy highlander, y sobre la que varios personajes adustos me miran desde los marcos de sus retratos.
Según uno de los dos folletos del evento que recojo al vuelo en la mesa de la recepción, mañana la inauguración oficial de Les Imaginales 2014 será a las 10, en el Espace Cours. Qué suerte, puedo dormir bastante… lástima que el desayuno sólo dure hasta las 9.
JUEVES 22 DE MAYO: PRIMER DÍA.
Pequeña traición de mi biorritmo: el cansancio de haberme ido a la cama temprano y la diferencia horaria, amén de las cortinas descorridas en las ventanas que dejan pasar el sol (bueno, la claridad; sol, el del Caribe) y los trinos de las alondras, me despiertan a una hora absurda para mis hábitos: 7 de la mañana.
Y, lo peor:  por más que lo intento no puedo volver a conciliar el sueño, así que… podría irme a desayunar, ¡me sobra hambre! pero como luego tendría que esperar hasta las 10 para la inauguración, decido subir al pequeño gimnasio del hotel en la segunda planta, a estirar un poco los músculos… porque según mi recuerdo de años anteriores, ahí no hay pesas ni aparatos con cables: sólo una estera de correr, una step-machine, una máquina elíptica y una bicicleta fija… puro fitnes, no el entrenamiento pesado al que soy adicto.
Adicto, sí, puedo escribirlo con todas sus letras; el de mente podrida en cuerpo sano es uno de mis lemas personales. Y aunque no haya pesas, algo es mejor que nada.
Antes de ocuparme de mi cuerpo, venga mi espíritu: pruebo a conectar mi e-reader a la computadora de la recepción por su enchufe USB… y se enciende, aleluya. Tampoco esta vez se rompió. De qué manera llega uno a depender de la electrónica. Qué alivio, al menos podré leer en el viaje de regreso; en estos 4 días dudo que tenga tiempo.
Mientras alterno entre abdominales con los pies sujetos a un diván que cualquier psicoanalista envidiaría y paralelas en la máquina de correr (que nunca logro echar a andar… ¿culpa de mi analfabetismo tecnológico, o estaría rota) voy leyendo los folletos del evento para ambientarme.
Huy, como de costumbre, el festival tiene un montón de patrocinadores. Hay casi 40 logos entre el plegable y el tabloide. El mundo empresarial lorenés y de toda Francia apoya a la fantasía… alguna ganancia sacarán, por lo menos en afluencia de visitantes.
Primer descubrimiento: resulta que mi socio Juan Miguel Aguilera no sólo es uno de los escritores hispanoparlantes invitados este año, sino también el autor del afiche del evento. Desde sus tiempos de graduado de diseño y miembro del equipo de TRAZO, grupo digital responsable de muchas de las portadas de la mejor época de la colección NOVA de Ediciones B, Juanmi nunca ha dejado de dibujar profesionalmente… pero esta imagen del dragón con alas entre emplumadas y de mariposa cabalgado por una jineta con inequívoco aire andaluz, más un dirigible de góndola colgante en forma de barco, muy steampunk y con el clásico castillo de Epinal al fondo, es de sus mejores creaciones, está claro. Lo sé bien porque tengo las postales con los posters de las 10 primeras ediciones pegadas en una pared de mi habitación en La Habana. Espero conseguir este año las de 2012 y 2013, más la presente, por supuesto, para completar la colección; hábito sobreviviente de mi infancia y adolescencia como filatelista fanático.


Yoss y Sylvie Miller
Segundo descubrimiento: la fiesta del fantástico en los Vosgos en realidad comenzó el martes 20 y durará hasta el lunes 26. Hay encuentros con escritores, mesas redondas y obras de teatro, antes y después de los 4 días inicialmente concebidos. Se ve que la aceptación del género en esta ciudad no ha hecho más que crecer. Y, por supuesto, todo el tiempo, los animadores: aficionados entusiastas locales disfrazados, y profesionales más especializados como la Compagnie Tibodypaint, la Quinte Septime con sus mosqueteros y ¡nada menos que un vivac de la Grande Armée napoleónica!
O sea, que veremos sables, bicornios, botas altas y uniformes con entorchados por un tubo. Aunque de la I Guerra Mundial, especialmente sangrienta por estos parajes, y a la que también se dedica esta edición del festival en ocasión del primer centenario del cruento conflicto, nada se dice ¿por respeto, quizás? Un siglo es poco para que cierren bien ciertas heridas, supongo.
Tercer descubrimiento: amén de Joe Abercrombie, del Reino Unido también llegan Chloe Neill, joven y popular escritora de novelas de vampiros  ¡y Christopher Priest! Al famoso autor de El mundo invertido y de la cinematográfica El prestigio lo conozco de las Utopiales 2002, pero dudo de que se acuerde de mí…
Otros asistentes franceses de renombre de este año y que conozco de visitas anteriores son mi favorito y prolífico Ayerdhal; Sire Cedric, de Toulouse, autor icónico de historias de vampiros; la simpática Charlote Bousquet; y el barbudo Pierre Dubois, cuyas historietas fantásticas son tremendamente populares entre los jóvenes. ¿Será que ya se me está volviendo familiar el fandom galo? Qué va, si es todo un mundo: además, está anunciada en el tabloide un montón de gente cuyas caras no conozco, aunque noto cierta profusión de apellidos hispanos.
Claro que también podrían ser como Fabien Fernández, un dibujante al que recuerdo del 2011, y que pese a su apellido no habla una palabra de español. Por cierto que este año será uno de los 4 encargados de pintar “el fresco de las Imaginales” enorme telón que durante los otros tantos días de duración del evento irá tomando forma en la Burbuja del Libro y ante los ojos de todos los asistentes. A Olivier Sanfilippo, el otro dibujante y a Tatiana Domas y Sandra Violeau, las dos artistas de la plástica que colaborarán con él en tan responsable encargo no los conozco tampoco, por cierto.
Entre una cosa y la otra, en tres cuartos de hora logro sudar a satisfacción, así que regreso a mi Escocia privada, y tras una ducha rápida con lavado de cabeza y todo (hay que lucir bien al menos el primer día, y tenía el pelo hecho un asco de tanto viaje) bajo a desayunar, relamiéndome de antemano. Porque este es un bed-and-breakfast, como tantos hoteles… y para los franceses “le petit dejeuner”  es la comida más imporante del día.
Por lo visto, soy de los últimos. El sótano del Manoir está vacío. Cubano, o sea, con hambre histórica, y además habituado a gastar mucha energía por la mañana, me sirvo generosamente, con profusión de proteínas y un mínimo de carbohidratos: salmón ahumado, embutidos diversos, varios yogurts, un croissant de chocolate como postre… y aprovecho para echarme en el bolsillo algunas minidosis de nutella; si no hay dinero para comprar nada, cualquier cosa es trofeo. Sobre todo con lo carísima que cuesta la deliciosa crema de nueces con chocolate allá en Cuba. Cuando se encuentra.
Durante los días siguientes, seguiré llevándome dos o tres minidosis de la exquisitez italiana cada vez que baje a desayunar. En Cuba, harán las delicias de Alain, el goloso hijo de 9 años de mi novia.
Y ya estoy camino de Les Imaginales… o sea, cruzando la calle para adentrarme en el parque a orillas del Mosela donde han sesionado desde su primera vez. Por el camino hay algunas interesantes construcciones en madera. Son, según los rótulos a los que echo una ojeada fugaz ¿templos masónicos? A mi hermano, miembro de la fraternidad hace más de una década, le encantaría verlos.
En el único edificio de mampostería de la zona, el Espace Cours, ya está dispuesta la mesa con los nombres de todos los asistentes de honor… incluido el mío. Y a un costado, inconfundible con su cabeza rapada y sus gafas, me recibe con un efusivo abrazo Juanmi Aguilera.
Maravillas del fandom. El tiempo separados ni cuenta. Es saludarse y empezar a hablar como si apenas ayer hubiéramos cenado juntos. Lo primero que me dice es que Javier Negrete no viene (ah, qué mala pata, con las ganas que tenía de reencontrar a ese otro cabecirrapado) porque en la escuela donde da clases de griego ya agotó sus días de vacaciones, de tantos eventos a los que ha ido en lo que va de año, y con lo mala que está la crisis en España, no quiere arriesgarse a que lo despidan. Segundo, contarme él de su esposa Alejandra, yo de mi novia Dania, hablar de amigos comunes como Rafa Marín, cada vez más gordo y más divertido, o de mi coterráneo Vladimir, de cuyos estragos en una Semana Negra a la que no lo invitaron se sigue haciendo lengua el fandom español, casi 10 años después…
Entre comentario y comentario, vamos saludando a otros amigos que se nos acercan o vemos pasar: la super Sylvie, tan grande como su corazón y su dulzura, y que esta vez viene con un muy oportuno refuerzo para la traducción al español: Jessica Díaz-Rodríguez, hermosa y sonriente trigueña de origen complejo (chilena-uruguaya ¿argentina?) que vive en Francia hace años y trabaja con ella en la misma escuela.
Bernard Vise, el histórico director del Festival, me dedica unas palabras en rápido francés. Entiendo algo así como que está encantado de tenerme por tercera vez en su ciudad. Stephanie Nicot me da la bienvenida, muy formal; Christopher Priest ¡me recuerda! y me da la mano sonriendo. Charlotte Bousquet también, pero con dos besos, usanza europea; Sara Doke, la amable esposa belga de Ayerdhal, me saluda como siempre en su extraño inglés; Fabien, que con gran esfuerzo me dedica un par de frases en español; Christopher Nikolas, a quien no conozco, pero que me dice muy ufano que si necesito hablar español, él pasó 4 años en Barcelona…
Bien, el ambiente de complicidad y camaradería ya está creado. Echo de menos a otros amigos como a la extraordinaria dibujante Krystal Camprubí, a Florence-Flo, que vive en Nancy y en el 2007 estuvo en mi casa en La Habana; a la autora y traductora Melanie Fazzi, a Jacques Fuentealba de la revista Galaxie, quien hace meses está preparando un especial sobre mi vida y obra…
No sé si alguno de ellos vendrá o no en los próximos días, pero seguro que de cualquier modo conoceré a nuevos y encantadores personajes; para eso son Les Imaginales, después de todo. Como a Leandro, el argentino, que resulta no ser ni melenudo ni cabecirapado, sino muy normal, término medio perfecto, y con grandes gafas casi de nerd. Trabaja en publicidad en Buenos aires, así que las corbatas y los sacos le son muy habituales, y se le ve sospechosamente correcto para ser un autor nada menos que de apocalipsis zombies…
Cuando voy a echarle una ojeada a la exposición de diseños sobre ciudades futuristas y arborescentes de Luc Schuiten, nos llaman a la mesa. Primer día y temprano, pero todas las sillas para el público están llenas, y ya hay hasta algunos entusiastas disfrazados… me hago fotos con uno que trae unos impresionantes guanteletes de cuero tachonado, y un vistoso talabarto vacío; dice que no lo dejan entrar en la librería con la espada.
El alcalde, un diputado, Bernard, Stephanie y otras personalidades locales van hablando de lo importante que es este festival, de la tradición que ya ha establecido, de lo hospitalaria que es la ciudad para con los autores y dibujantes del fantástico de todo el mundo, de cómo se sufrió en la región la I Guerra Mundial… Sylvie, que domina el idioma de Shakespeare tan bien (¿o mejor?) que el español, traduce para los ingleses; Jessica para los hispanos, aunque, modestia aparte, lo mismo que Juan Miguel, ya capto casi todo lo que dicen, y sólo acerco la oreja cuando algo me genera dudas, como ¿qué es eso de que los masones también están patrocinando esta edición y que habrá un premio Imaginales especial de ellos? ¿habré oído bien? Pues sí;  Jessica, amabilísima, me lo confirma. Ah, de ahí aquellos templos de madera a la entrada…
Tras la inauguración, y siempre según el programa (ya sé por experiencia que se cumple a rajatabla) resulta que no tengo nada hasta las 5, así que intento ponerme de acuerdo con Sylvie, Jessica, Leandro y Juanmi para ir a almorzar (debo recordar que los españoles dicen comer y cenar, y no almorzar y comer) juntos. Pero los otros hispanoparlantes tienen entrevistas en la radio y la TV cerca del mediodía; Juanmi además un encuentro con niños que están estudiando la lengua de Cervantes y a los que los profesores les dieron a leer novelas suyas, Jessica debe acompañarlos a ambos… así que acabo yéndome con Sylvie, primero a le Accueil a recoger el file de participante con el solapín y ¡sobre todo! los tickets de almuerzo, y luego a la Burbuja del Libro, el corazón del evento, donde los fans pueden comprar libros de sus autores favoritos y hacer que se los firmen, en largas mesas al efecto cubiertas con manteles rojos.
Antes de irse, Jessica, que no piensa beber demasiado, nos regala sus tickets de bebidas frías y calientes a Leandro y a mí. Bueno, mil gracias; ya tendré cocacolas…
Veo las ediciones de bolsillo de mis dos libros en francés: Interferences y Planéte a louer… y vaya si se venden, casi no me da tiempo a guardar el bolígrafo cuando ya tengo que sacarlo de nuevo para firmas y más firmas. Reconozco a algunos lectores de hace 3 años, que vienen a decirme sonriendo (¡qué suerte que está Sylvie a mi lado para traducir!) lo mucho que les gustaron mis libros, y mientras me fotografio con algun@s, la buena de Sylvie me suelta el notición: la gente de Mnémos, mi editorial parisina, deberían llegar el sábado ¡con algo de dinero para mí por la venta de los 3 años anteriores! No sé cuánto será, pero al menos ya no iré a la cárcel por no pagar mi consumo del minibar, y podré comer en el avión París-Madrid, aunque sea cara la merienda. Es más, hasta el Lego que le prometí a Dania que le compraría a Alain empieza a ser más que una lejana posibilidad teórica. Lástima tan solo no haberlo sabido antes… hubiera podido confirmar ese vuelo a Barcelona, y lo demás.
Por cierto, que si a mí me piden muchas dedicatorias, Sylvie Miller no se queda atrás. No son sólo los 3 libros de Jean-Philippe Lasser y Noir Duo, todos con Philippe Ward, sino también sus antologías Dimension Spagne y Dimension Latino, y Bardes et Sirenes, la antología de Les Imaginales 2014 (una tradición, cortesía de Mnemos, que empezó en el 2011, siguiendo el ejemplo de Les Utopiales: un libro que incluye lo mejor del fantástico mundial ese año), en colaboración con Lionel Prevoust. Da gusto tener una amiga y traductora tan reconocida. Le da más valor al tiempo que nos dedica.
Sabiendo que en algún momento tendré dinero, me atrevo a dar una vuelta por el stand de los t-shirts… hay maravillas; están caros pero valen la pena, todos son piezas únicas, con diseños diferentes por delante y por detrás. Le echo el ojo a unos cuantos; aunque la mayoría son de vampiros, también hay algunos de dragones y de calaveras, mis favoritos. Y hay unos cuchillos con hojas semicirculares y agarre de manoplas, entre katar hindú y cuernos de ciervo del wu-shu chino… hum.
Mientras me tomo la primera cocacola en el bar, de momento invitado por Sylvie, con uno de sus tickets y su efectivo (hay que dar 1 euro por el vaso, que se devuelve cuando se reintegra el recipiente… o uno se lo guarda; interesante sistema, aunque creo que muy pronto saturará de trabajo a las camareras) veo a Christopher Priest rodeado de sus fans angloparlantes. Es toda una institución, pero además simpático y asequible, maravillas del género.
Luego volvemos a la mesa a seguir firmando… y el tiempo pasa volando entre amigos que se acercan a saludar y darme gusto mirando a los primeros entusiastas con disfraces góticos, a los que recuerdo de años anteriores… y ellos también a mí.
De modo que son casi las 3 cuando llega una de las organizadoras a decirme que hay un auto esperándome para llevarme a un restaurante donde Jessica y Juan Miguel ya están comiendo y se espera a Leandro. Es uno de los casi 40 en toda la ciudad que aceptan los tickets que nos han entregado en un sobre junto con la identificación. Cada cartoncito es válido por 17 euros, así que tengo que andar muy al hilo, porque sólo me quedan 20 y aunque me hayan prometido mucho dinero, no lo tengo aún en mano.
Por suerte lo avanzado de la hora (en Francia todos almuerzan entre 12 y 2, por lo visto) limita mi elección a las ensaladas. Aunque ¡qué ensalada! Y entre Jessica y Juanmi me convidan al postre, una tarta de chocolate como para echarse a llorar.
Literalmente a 3 pasos, en la Maison du Bailli, se inaugurará hoy mismo a las 7 pm la exposición gráfica de Juan Miguel Aguilera. Aprovechamos los privilegios del autor para verla en exclusiva, unas horas antes.
¿Qué decir? Simplemente, espléndida. Hay varias versiones del cartel de Les Imaginales, de diferentes precios, y no serigrafías ni impresiones digitales, sino obtenidas por el viejo método de las varias plantillas de metal superpuestas, una para cada color. Juanmi es un maestro ¿de la pluma, del pincel? No, del mouse; vemos diseños de varias de su novelas, sobre todo de una de Simbad en la que el famoso marino es dueño del barco más veloz que surca el Indico, impulsado aparentemente por una máquina de vapor… que al final resulta no ser tal, sino contener un djinn prisionero que lo impulsa.
¡Qué idea tan original! Me gustaría leer esa novela; hay otra escena de un combate entre arqueros a bordo de alfombras voladoras que hace agua la boca. Nos fotografiamos a gusto entre las preciosas imágenes, aunque sin público la galería trasmite cierta incómoda sensación de frialdad.
Casi tenemos que salir corriendo, pese a la lluvia pertinaz, pero nos viene a buscar uno de los autos puestos a disposición de los invitados: y es que a las 5, en Espace Cours, tenemos Leandro y yo nuestra primera presentación, junto con 2 autores franceses, Jean-Luc bizien y Julien Pinson: Los imaginarios de otra parte, se titula (o más o menos) y es para hablar de cómo varían los conceptos según dónde viva uno. Animado, el público hace preguntas inteligentes, Sylvie traduce de lujo: esto marcha.
Luego Juanmi debe estar en el Magic Mirror 2 (uno de los 2 antiguos carruseles, todo molduras de madera pintadas y espejos, que fueran rescatados hace años por 2 artesanos de Epinal y convertidos en salones: simplemente bellísimos) sobre los viajes  espaciales, con otros dos franceses. Es rápido, pero comienza a llover (este clima: frío por la mañana, calor en la tarde, más frío y lluvia al caer la noche)  y me quedo fascinado con la sombrilla que despliega uno de los dibujantes ¡el mango es como el de una katana! ¡yo quiero una igual! Pronto todos caminamos a buen paso hacia la inauguración de la exposición de diseños de Aguilera, y casi antes de darnos cuenta, apenas ligeramente mojados, estamos en la Masion du Bailli… por segunda vez en el día.
Claro que ahora ya no hay frialdad, sino, como corrresponde, un montón de gente. Leandro conversa encantado con Christopher Priest, creo que le dice algo como que creció leyendo sus libros… se procede al brindis con champagne (yo con jugo de melocotón), vienen palabras de alabanza a la cortesía de Juanmi, sus muchos fans se fotografían frente a sus obras, y al fin se ofrece un pequeño buffet del que no abuso, previendo una comida más sólida, aunque ¿quién puede resistirse a la quiche lorraine, la exquisita tartina salada típica de la región? Efectivamente, al salir Bernard nos hace a Leandro y a mí una seña para que lo sigamos: lo que significa solamente cruzando la plaza, ir a dar a Le Coté de Boeuf, un restaurante que apoya de modo particular Les Imaginales: lo demuestran los afiches firmados de las 12 ediciones anteriores en su vestidor.
No voy a hablar demasiado del casi 1 kilogramo de carne vacuna tierna que pedí, y encima poco hecha según mi expresa petición. Sólo diré que venía con papas fritas… y que por primera vez en mucho tiempo yo, que he triunfado frente al bistec de chorizo a la argentina y a la fiorentina, no pude terminar con el plato. Curioso, en francés “viande” es exactamente lo contrario de lo que se esperaría ¡es la proteína animal y no la guarnición vegetal!
Prefiero hablar de Sire Cédric, ya conocido del 2011, cuyo cabello largo y negrísimo se combina con  sus ojos azules para darle un aspecto tan vampírico como el de los protagonistas de sus novelas, que me consta son muy populares entre los jóvenes franceses del fandom. Nos entendemos en inglés, y resulta ser un tipo simpático, nada egocéntrico (bueno, para la media entre escritores, al menos) que lamenta sinceramente que, aunque viva en Toulouse, apenas hable español, y me cuenta que desde la tercera edición, no se ha perdido un solo festival Imaginales. Mientras firmamos y decoramos con pequeños dibujos el afiche de este año, para que vaya a hacerle compañía a los de los 12 anteriores, me lo demuestra señalándome su firma en varios.
De paso elogia mi camiseta con la inscripción SWAT: Single Women Affective Teacher, aunque me advierte que algunas feministas pueden interpretarla como una provocación falocéntrica. Ya, ya lo sé; por eso mismo lo hago.
Ahora queda algo que se llama más o menos “Historias para leer cuando los niños se han acostado”. No, no es nada erótico, y como una de mis lectoras conocidas de años anteriores me había invitado, convenzo a Leandro para ir. Es en Le Bougnat, uno de los pocos bares abiertos después de las 10 pm en Epinal,  que con o sin evento fantástico, sigue siendo una ciudad de provincia francesa y acostándose temprano. Incluso un jueves.
Es un sitio de degustación de vinos, donde hay botellas de cientos y hasta miles de euros y un vino especial de Les Imaginales mucho más asequible al bolsillo del bebedor medio. De todos modos ¿qué hace un abstemio como yo en un sitio como este? Desde luego, no escuchar las lecturas de algunos invitados, todas en francés, rápido y bajito, que la música y las conversaciones de otros asistentes reducen apenas a un murmullo de fondo.
Al rato estamos Juan Miguel, Leandro y yo en la misma mesa con Jessica, conversando. Ella fue bailarina profesional, de ballet, hasta que un accidente la apartó de los tutús, y ahora se dedica al tango como hobby. Cuando le confieso extasiado que me encanta, aunque apenas lo sé bailar, mwe promete unos pasos… pero el dueño del par, bastante achispado ¿o fumado? no pone nada parecido, cuando más un pop francés indigerible, así que a eso de la 1 am nos vamos, algo contrariados.
Y tras acompañar a la traductora al hotel donde están ella y Sylvie, regresamos los 3 hispanos al Manoir, bajo una llovizna pertinaz que para Junami es un calabobos, linda palabra. Hay que dormir algo, pero quedamos en vernos para desayunar juntos al otro día…

VIERNES 23 DE MAYO: SEGUNDO DÍA
Cunado casi he terminado de desayunar (sin salmón, así que me sirvo doble ración de embutidos… y me llevo otras cuatro minidosis de nutella en las profundidades de mis pantalones de camuflaje amarillos) Juanmi llega a tomarse un café, medio croissant y punto. Lo acompaño, y con la boca medio llena me confiesa que con el gimnasio ha superado la antigua adicción a la cocacola. Lo escucho atento ¿de verdad puede crear esa dependencia el elixir divino? Yo puedo beberme un par de litros diarios e cualquier clase de cola, y luego pasar una semana sin probarla…
Según el programa, a las 11 tengo un encuentro sobre la vigilancia y la paranoia en el Magic Mirrors 2, con varios autores franceses: Jeanne-A Debats, activísima en los foros; mi favorito Ayerdhal, siempre ocurrente, Olivier Paquet y  Benjamin Paquet. Sylvie me traduce, le doy mi cámara a un espectador amable; el conversatorio trata sobre la libertad, el terrorismo, los nuevos sistemas de vigilancia, y el precio que debe pagar la democracia a cambio de la seguridad. Actualísimo, en esta era de wikileaks y vigilancia a  Internet. Creo que Interferences fue muy leído en esa clave, a jugar por las preguntas que me hacen. Es raro estar participando en un debate de cierto nivel conceptual... en otro idioma; entiendo, pero a la hora de intentar expresarme… menos mal que está Sylvie, odiaría sonar como un idiota, que es lo máximo a lo que llegaría con mi escaso y chirriante francés.
A la salida me esperan Jessica y Juanmi para ir a almorzar juntos, hoy temprano. Les propongo pasar primero por el hotel, para entregarles a ambos algunos de los libros en español que traje de Cuba; obviamente, si me van a pagar algo, puedo darme el lujo de regalárselos a los amigos, y autografiados, sin tener que venderlos.
Si mi habitación en el primer piso es la escocesa, la de Aguilera en el segundo es la africana. Preciosa: tallas en madera, incluyendo un hipopótamo con colmillos de marfil real que es un primor. Y la bañera angular, casi piscina a medio desarrollar. Noto otro hábito francés interesante: no creen en las cortinas de baño ¿cómo darse una ducha sin poner el suelo hecho una lástima? ¿o será que la falta de cortina es un sutil sugerencia a esos bárbaros extranjeros de que no se duchen… aunque el artilugio en concreto exista (y de teléfono, además: 100% irresistible para un tercermundista)
Cuando estamos por decidir dónde comer, les recuerdo un retaurante que en las ocasiones anteriores visité varias veces: el Citizen. Juanmi, amante de la buena mesa como tantos españoles, por no decir gourmet, piensa al punto en otro que compartimos en el 2003, uno vietnamita, pero debe haber cerrado: lo más cercano en la lista de los que aceptan tickets es uno japonés… que recuerdo caaaaro, y lejano, del 2011. Sea el Citizen, entonces. Antes Jessica debe pasar por la farmacia… no, no es apotheka, como digo confundiéndome con Moscú, sino Pharmacie, pero igual tienen un montón de cosas para el dolor de cabeza.
El almuerzo en español es muy divertido. Juanmi primero cuenta de Rafa Marín y de sus inmortales jornadas de karaoke a dos voces en la Semana Negra de Gijón, luego ¡maravillas de la técnica! incluso me muestra los vídeos en youtube, por el teléfono de Jessica. Al fin me habla de su experiencia en la Camarga, en una casa de escritores, y me atrae la idea: sólo tendría que conseguir el dinero para el pasaje, y contactar con sus editores. Jessica alaba el vino local, Juanmi la cerveza 1664 (por la fecha de establecida la marca, huy) El pescado, de mar aunque estemos a cientos de kilómetros de la costa, es delicioso, y la presentación exquisita. La creme brulé, especie de natilla tostada, indescriptible.
De vuelta hacia la Burbuja del Libro, antes de sentarme de nuevo a firmar como buen autor disciplinado, me doy un salto por su gemela: la Burbuja de los Juegos. Oh, apártenme de esta tentación lúdica. Es todo un universo paralelo, este. Hay juegos de tablero ¡y qué tableros! De rol, de cartas, de figuras ¡y como para ponerlas en el librero de cualquiera; qué manera de estar bien pintadas a mano!, gente disfrazada, esculturas de personajes favoritos…sé que algunos de los que están aquí ni siquiera se molestarán en pasar por el resto de los locales del Festival: 4 días de encuentro con los amigos, y tiempo suficiente para una gran campaña de Mascarada, el juego de los vampiros, o Metro 2033, son una tentación difícil de resistir. Me voy, maldiciendo el no disponer del don de la ubicuidad; si es que no pido tanto, sólo poder estar en dos lugares a la vez, ni siquiera en tres o cuatro…
Firmando, mis viejos conocidos del 2011, del grupo local de ambientación, desfilan con unos gloriosos atavíos más o menos góticos, en rojo y negro. El, cabecirapado y con una “mosca” traviesa bajo el labio inferior, lleva botas con plataformas de 10 centímetros; ella, unas botas con apenas menos tacón, corset y faldas de encaje largas. Nos fotografiamos y ambos elogian mi traje de “salamandra Batman”: amarillo y negro, con el signo del murciélago en el pecho.
Entre firma y firma, algunas a jovencísimas lectores que me hablan entusiasmadas del libro mío que leyeron hace dos años, pasan y conversan el director de la revista Galaxie y luego el esperado Jacques Fuentealba, que me confiesa que aún no se ha leído todo lo que le envié, así que tal vez ni siquiera para noviembre esté “mi” número: bueno, a caballo (y promoción) regalada no se le mira el colmillo, y hay que entender que no sólo de traducir vive el hombre, sobre todo en una Europa hundida en la crisis desde el 2007.
También aparece la pequeña e hiperkinética Charlotte, la jefa de Mnemos, que me presenta a dos nuevas autoras de su catálogo: Andorys, y la delgada y sonriente Morgane Caussarieu, en quien ya me había fijado por su aspecto punk cubierta de tatuajes y con el recortado cabello rubio salpicado mechas rojas y verdes, y porque ha repartido por todas partes t-shirts negros con la leyenda “Les gentils vampires ca n´exist pa!” (más o menos, los vampiros amables ya no existen…) que Charlotte me explica está tomada de una de sus novelas. Reímos un rato tomando yo cocacola (gracias, Jessica) y ellas 3 (ya bastante achispadas) sendos vasos de la cerveza local 1664.
De vuelta al banco de firmas, entre Oiana, una muchachita vasca que habla conmigo largo y tendido en español, y Jean Pierre, que planea venir a Cuba en agosto, entablo conversación con mis vecinas de banco, ambas jóvenes, rubias y hermosas (bueno, la carne es débil): Camille Brissot y Roxane Dambre, cuyas novelas parecen ser muy populares a juzgar por la cantidad de gente que viene a que se las firmen. No entienden muy bien mi francés, pero sonríen, ya es algo. La última me comenta como de pasada que en el 2003, cuando tenía 15 años, estuvo en las segundas Imaginales y le gustaron mucho mis palabras, que ayudaron a que decidiera hacerse escritora. Me siento superbien por el dato.
El tiempo vuela y a las 5, en Magic Mirrors 1, los 3 latinos estamos invitados al café literario conducido por Stephanie Nicot. Ella lee fragmentos de nuestros libros con una voz hermosa y llana, aunque me pregunto el criterio según el cual habrá elegido uno de la novela space opera de Akasa-Puspa Juan Miguel, que es una larga disquisición tecnocientífica. Las preguntas son buenas, y nos explayamos sobre nuestra obra, pero las lecturas y los trozos son laaaargos, y por momentos finjo dormirme; Juanmi se preocupa, creyendo que el sueño me vence en serio, Jessica empieza a reírse, Leonardo, imperturbable, se explaya sobre su novela Berazachussetts, deliciosa metáfora social en la que los zombies son “distribuidos” entre las familias argentinas (tengo que leérmela completa en vez de sólo hojearla deprisa) hasta que la hora termina, sin dar chance al público a preguntar nada.
Son ya las 8, y a las y media hay una cena de Autores, en la Plomberie ¿la plomería? Para hacer tiempo, vengan chistes y más chistes. Aguilera no sabrá muchos, pero los cuenta con gracia. Jessica se ríe de todos; Leandro, al menos sonríe. Rompe a llover, y una lectora amable se ofrece a llevarnos a los 3 hispanos y a la infaltable traductora en su auto… es lejos, pero demoramos casi más tiempo encontrando parqueo.
Oh lalá, se inaugura una exposición fantástica; el restaurante debe estar arriba. Comento con Juanmi que seguro es nouveau cuisine: más vista que sabor. O sea, platos de medio metro de ancho con tres trocitos de zanahoria y una raspadura de paté. Mis experiencias con semejante modalidad culinaria son bastante negativas… uno prueba de todo,  es cierto; pero no se llena con nada.
El baño de mujeres está copado, así que Jessica espera a que se vacíe el de hombres y entra al cubículo cerrado con la taza, mientras yo permanezco fuera, en los urinarios, y seguimos conversando y haciendo chistes pared por medio, hasta que la mirada de un hombre me muestra que no es cosa tan normal. La traductora, por si fuera poco, casi se queda atrapada dentro del cubículo, cuya puerta decía bien claro “No cerrar”. Pero la sangre no llega al río y salimos sin incidentes mayores.
Mientras el pintor habla de sus cuadros, describiendo sus propósitos e intenciones al acometer cada uno (algo que ningún creador debería jamás hacer, en mi opinión) bebemos jugo, vino los alcohólicos y picamos ocasionales canapés… sobre todo yo, en previsión de la NC. Luego, arriba, al cuarteto se nos suma Christopher Nikolas, que hace chistes en español, muy simpático. Aunque por momentos cuestiona el dominio del idioma a Jessica, yo creo que en chiste, pero resulta que era en serio, el muy chovinista… bueno, nadie es perfecto.
Sí, es nouveau cuisine… pero llegan plato tras plato, en un continuo afluir. Patés, terrinas, pescado en salsa, ensaladas coloridas e imaginativas… y considerando que nuestra amable chófer no llega a sentarse, tengo siempre una ración más… excepto de postre, que hay que repartir: tan exquisito es.
Tras la animada cena, en la que los que más se divierten son el pintor y sus amigos, que llegan a adornarse con coronas de hojas de vid, la sección que habla español nos vamos a Le Bougnat. No hay muchas opciones, ni siquiera un viernes en la noche.
Dos jóvenes altas, rubias y delgadas hablan cariñosamente y no dejan de mirarse y reír frente a nosotros. Escritores al fin, fabulamos; Juanmi opina que están en pleno viaje de cannabis. Jessica que acaban de tener su primera relación lésbica. A mí me parecen simplemente medio borrachas. Nuestra traductora pide un agua mineral y el loco del dueño se la trae… en un vaso mal fregado. Cuando ella lo echa atrás, se excusa: tiene muchos clientes, no sabe si le dará tiempo a enjuagarlo. ¡Lo que es no tener apenas competencia! Nos vamos sin que llegue el vaso limpio, tras la breve lección de tango con  ritmo de disco que la uruguayo-chilena me debía.
Acompañándola hasta el hotel, nos encontramos a Sylvie, que termina de preparar sus mesas redondas del día siguiente: ella sí que se lo toma en serio. Y en las desiertas mesas del restaurante en la planta baja  nos tomamos los últimos tragos y soltamos más chistes. Sylvie me dice que a las 11 de la mañana me ha coordinado una entrevista con un periodista.
En fin, que los 3 autores regresamos al Manoir casi a las 4 de la mañana, prometiéndonos mutuamente que el sábado sí hay que trasnochar y armar fiesta en grande ¿somos o no latinos, bullangueros y jolgoriosos?
Por si acaso, les pido a Junami y a Leandro que si a las 10 a.m. no he bajado a desayunar, me toquen a la puerta, o me perderé la entrevista. Conozco lo profundo de mi sueño, sobre todo en la mañana…

SÁBADO 24 DE MAYO: TERCER DÍA.
Definitivamente, la técnica moderna no es lo mío: aunque activara las alarmas del e-reader y del teléfono celular, o no suenan, o no me despiertan. Tal vez debí dejar descorridas las cortinas, en vez de cerrar todo a cal y canto. Cuando abro los ojos, son la 1 y media de la tarde.
Bueno, un desayuno saltado, espero que haya otra oportunidad con el periodista. Me baño y visto a toda prisa: según el programa, a las 12 y 15 teníamos algo llamado Pot Bragelonne en el Espace Cours… pero en el programa principal no está. ¿?
En fin, con un poco de suerte podré llegar a tiempo para la presentación a las 2 pm de Krystal Camprubí y otros dos autores sobre las historias celtas como inspiración para la fantasía… y si me la pierdo, a las 3 pm a la presentación por Sylvie de la antología del Festival.
A la entrada del Espace Cours veo a varios mosqueteros, y me entretengo fotografiando un duelo muy orquestado de dos, con armas dobles (espada ropera y daga) más hábil y astuto manejo de sombreros y capas. Y, ah, esas botas ¿dónde las comprarán? Cuando animan al público a que pruebe suerte, soy el primero, y recordando mis tiempos de sablista, tiro unos lances… con mucho cuidado: estas hojas no son deportivas, no tienen botón y sí que están afiladas. Lástima que no se me ocurriera pedirle a alguien que me fotografiara en el trance, aunque prefiera las espadas medievales…
Cuando entro a grandes trancos a la Burbuja del Libro, una de las jóvenes vendedoras, en un español trabajoso pero correcto, probablemente tras notar mi fascinación por el calzado de los esgrimistas, me dice que las mías (recuerdo de mi visita en el 2011 a la Plaza Roja de Moscú: la que usaban los soldados del pelotón de ceremonia en la tumba del Soldado Desconocido, de venta en un negocio cercano a muy buen precio) altas casi hasta la rodilla, no están nada mal. Y me pregunta, toda simpatía, si tengo un t-shirt de Superman, ya que hoy vengo de Thundercat, y ayer de Batman. A cambio, yo alabo su aspecto steampunk, y le pregunto si hace ella misma esos adornos con ruedas dentadas y eso… ah, no, los venden. Me gustaría saber dónde.
Como despedida, le confieso que sí que tengo 2 t-shirts de Superman… aunque los dejé en La Habana. Poco después, el hambre de haberme saltado el desayuno me aprieta, y sin ver a ninguno de los amigos cerca, decido aprovechar la oferta del bar (ya me han dicho que aquí también aceptan los tickets) para comer algo ahí mismo: ensalada, un sandwich, una cocacola y un pastelito. Más un brunch (breakfast+lunch) que un verdadero almuerzo, y lo llevo a mi puesto de firmas con un suspiro… pero quedarse dormido tiene su precio. Ojalá Sylvie me perdone que se me pegaran las sábanas…
Mienras como, sigo firmando libros, y me fotografío una vez más con la pareja de disfrazados, que hoy vienen de steampunk, con sombreros de copa y gafas, anteojos, pistolas “a vapor” y demás parafernalia de exploradores victorianos. De pronto llega Juanmi con Eurydice, una espigada, oscurísima y ultrasimpática escritora amiga suya de festivale anteriores. Ella es ¡de Benin! No está anunciada en ninguna lista, pero ahí está, firmando muy oronda sus libros de una serie de fantasía sobre las amazonas negras. ¿cuentapropismo literario fantástico? Mejor no opinar sin más elementos…
Mientras bebemos unas cocacolas, Juanmi ve a un impresionante personaje con armadura y espadas; dice que se parece a uno de los protagonistas de su novela de Simbad, y basta eso para que nos fotografiemos con él… y después también con una pareja bastante entrada en años, preciosos: vestida ella de dama estilo Imperio y él en completo atuendo de alto oficial napoleónico, con bicornio, sable y bastón de mariscal ¡y qué botas! sin comentarios.
Según el programa, hoy estamos completamente libres hasta las 7, que será la entrega de los premios Imaginales. Ya todo el mundo sabe quiénes son sus ganadores, pero igual es buen motivo para brindar y hacer jolgorio a la francesa, en el Magic Mirror 1, el más espacioso de ambos salones.
Los del grupo de pintura corporal, por lo visto, estaban trabajando desde la mñana. Al pasar los vi muy afanados sobre el cuerpo de una espigada modelo en topless, botas altas y un minimísimo taparrabos. Ahora el resultado de sus esfuerzos camina por toda la Burbuja del Libro, haciéndose notar: lleva un mandoble tan alto como ella, un casco-máscara de fantasía con 4 cuernos, está de veras impresionante. Vaya si dan color al avento todas estas iniciativas. ¿Cómo resistir la tentación de fotografiarla varias veces?
Firmar, firmar, conversar con lectores, el tiempo se va deprisa y ya son las 4 y algo cuando llego al Magic Mirrors 1, donde Leandro  y varios autores franceses están hablando sobre zombies y tratando de desentrañar la razón de su actual popularidad, tras la ola de vampiros y hombres lobos ¿monstruos más plebeyos, menos de élite? Al terminar, el argentino me recuerda su entrevista alas 6 en el café literario, en el Magic Mirrors 2.
Confieso que me la pierdo, entre dar vueltas buscando sin éxito el Templo donde un tal Joseph Jos debía hablar sobre vudú haitiano y santería afrocubana como “religiones en conserva” y posar pacientemente para los fotógrafos del evento, que tienen una silla a la entrada de la Burbuja del Libro en la que sientan por las buenas o las malas a todo aquel cuya cara les parece más o menos conocida.
Luego me enviarían las fotos… o sea, las pondrían en su sitio para que yo las descargara; lástima de mi analfabetismo informático, que me impidió conseguirlo. Me temo que no es la primera… ni será la última vez.
La entrega de los premios es la fiesta que esperábamos. Discursos, aplausos, brindis, risas. Aunque estoy hablando con Jessica, Sylvie, Leandro y Juanmi, a los que apenas he visto a lo largo del día, alcanzo a darme cuenta de que mi amiga Krystal gana uno de los de ilustración, que ya no son el clásico gato con botas en plástico de color, sino una especie de pata ¿felina? con imponentes garras metálicas. No resisto la tentación de fotografiarnos junto al trofeo.
Juan Miguel tiene una cena con los autores y ejecutivos de su editorial, así que las dos traductoras de español, Leandro y yo nos vamos por nuestra cuenta a un restaurante árabe, Les Babouches, a probar el cuscús. Cuando ya he pedido el picante extrafuerte de la casa para mi plato, resulta que Aguilera está en una mesa a pocos metros de nostros, vaya coincidencia ¿o ciudad pequeña? Pasamos el tiempo entre comentarios sobre futuras antologías, ideas de Sylvie para más autores cubanos en Mnemos, y con nuevas novelas, y a la altura de los postres sólo quedamos nosotros 5 en el restaurante, y una mesa con 12 muchachas.
El fino oído de Jessica nos informa que es la despedida de soltera de una de ellas, beben y ríen, aunque al principio estaban bastante serias: magia del alcohol. Ahora piden música para bailar, y aunque sea viernes, el dueño al principio se niega… así que me ofrezco gentil, Jessica me presenta, y le dedico a la pronto-casada un par de temas improvisados con la armónica. A lo que el  dueño saca su tamboril árabe y acabamos haciendo un dúo totalmente improvisado, pero aceptable, que ellas corean con los clásicos alaridos árabes, aunque todas sean rubias y perfectamente caucásicas ¿globalización o transculturación?
Me despido de la futura esposa deseándole que su peor recuerdo de su inminente matrimonio sea esta noche, y se ríe, parece que pese a mi mal francés captó la idea.
Bueno, es sábado, la última noche para algunos (yo al menos no dormiré de domingo para lunes en Epinal) y el jolgorio prometido tiene que volverse realidad HOY o nunca. Sylvie nos monta en el auto y antes de darse cuenta nos ha llevado al Manoir… pero no, ni hablar, aquí no se rinde nadie: aunque Leandro deserta, porque quiere estar el domingo temprano en un desayuno con Christopher Priest, los otros 4 volvemos al centro del pueblo y damos vueltas hasta que encontramos a 3 chicas muy borrachas que alaban mi aspecto comparándolo con el de ¡Michael  Jacksón! e insisten en que si queremos beber y fiesta, hay que ir a una discoteca llamada Chupitos… que nunca llegamos a pisar; acabamos en un pub irlandés, bebiendo cervezas y yo cola mientras un guitarrista bastante bueno toca aires flamencos detrás.
Pero incluso el sábado Epinal se va temprano a la cama, y no son ni las 2 cuando nos toca regresar al hotel… sniff, sniff.

DOMINGO 25 DE MAYO: CUARTO Y ULTIMO DÍA… Y EL REGRESO.
Malditos ritmos circadianos trastocados; tras apenas dormir unas horas, abro los ojos… a las 7 de la mañana. Bueno, subo a despedirme del gimnasio, y de paso a atenuar con sudor y jadeos la ligera tristeza de que ya la fiesta termine hoy. Al bajar, reviso por última vez facebook y mi correo de cubarte.cult.cu, cargo el e-reader, en fin, me preparo para el viaje de regreso. ¡Qué rápidos se han ido estos 4 días!
Hoy coincido con Neill, Abercrombie y Priest en el desayuno. Ya los británicos también están hablando del viaje de vuelta al Reino Unido. Juanmi aparece justo cuando voy a desconectar mi e-reader de la computadora de la carpeta, y aprovecho para que me fotografié sobre una silla de montar inglesa que dede el 2003 recuerdo a horcajadas sobre el pasamanos de la escalera, cuando bajamos.
Yoss
Al pasar recojo los folletos de Les Medievales, unf estival de…e so mismo que tendrá lugar en el Chátel-sul-Mosela, a 20 km de Epinal, el 8 y 9 de junio. Torneos entre caballeros, pruebas de ballestería, juglares, menús medievales /y a buen precio) Bueno, otra cosa que me perderé.
Leandro y otros zombie-ólogos tienen más espacio en el Magic Mirror 1, a las 11... pero de nuevo me entretengo firmando, hablando con Joe Abercrombie (apenas entiendo su acento cuando articula rápido; el consuelo es que supongo que a él le pase lo mismo con el mío…) y fotografiando a los amigos del grupo de animación, ahora vestidos de blanco, con cierto aire Pierrot, y sobre enormes zancos. Originales, los muchachos, y cada año más.
Una dama tatuada y llena de dijes y anillos con cráneos que en el 2011 fotografiaba a todos los asistentes con Elmo, el peludo personaje de Sésamo Street y el rótulo Free Hugs (abrazos gratis) aparece, me regala una copia física de la foto de aquel entonces e insiste en hacernos otra ahora. Luego compra todos mis libros y pide dedicatorias. Con lectores así, que me publiquen todo lo que quieran en Francia. El fandom es realmente entusiasta, aquí.
Otra preciosa muchachita rubia que no superará los 16 observa pensativa los estantes, acompañada por su madre. Me pregunta, ruborizada, si mis libros son de vampiros, que es lo que le gusta, y tengo que decpecionarla, pero se queda hojeándolos largo rato. Vamos, niña… atrévete: hay vida inteligente más allá de Anne Rice y Stephenie Méyer.
Me encuentro con la profesora de español que llevó a sus alumnos al encuentro con Juanmi, y poco después conozco a Cristina Rodríguez, española que escribe en francés bajo el seudónimo de Claude Neix. Conversamos; la temática de sus trabajos me fascina: hace novelas sobre el Imperio Romano. Me regala tarjetas de promoción de Kaeso, pretoriano protagonista de una de sus series, y de Angel Collector, un manga con guión suyo. Por si fuera poco, la delgada señora con corte de cabello a lo medieval también escribe novelas fantásticas para gays, como una sobre elfos que hojeo sin verle muy clara la filiación homo, pero si ella lo dice, y como el francés no es exactamente mi lengua…
Recordando el magnífico cuscús de Les Babouches, los 5 latinos (Sylvie tiene trabajo, ¡no ha parado en todo el Festival, qué capacidad! así que Cristina la sustituye) más Eurydice nos vamos a otro restaurante árabe cercano, el Salambó. Y ¡sorpresas! resulta ser la última semana del establecimiento, regentado por portugueses que se vuelven a su patria, y además, el cumpleaños de Cristina. Alegría general. Le dedicamos canciones, flores, ella llora de felicidad, conmovida… y me tengo que ir corriendo, sin probar el postre: a las 3:00 p.m. tengo la entrevista en el Magic Mirror 2.
Llego rayando; Sylvie traduce, y en el público, aunque no muy nutrido, hay conocedores de mi obra que preguntan cuál será mi próximo título en Mnemos o cambiaré a otra editorial, qué tal es escribir fantástico en Cuba, si me ha gustado el fandom francés y cosas así. La hora se va más rápido que volando, y al final ¡aleluya! Sylvie me entrega a firmar mi contrato ¡y mi dinero! por las ventas de Planéte a louer e Interferences… más 45 euros de los atentos organizadores del festival para que coma al llegar a París, pague el metro, etc.
Y, como colofón, la preciosa adolescente de hace un rato, que resulta llamarse Anne, compró la edición de bolsillo de Planéte a louer y me espera para que se lo dedique, bajo la mirada satisfecha pero siempre vigilante de su madre (la pedofilia es cosa muy seria en Europa) Incluso me pregunta si pienso volver el año próximo, mirándome con sus preciosos ojos verdes. Huy, qué más quisiera yo, pero como de mí no depende… salgo del paso prometiéndole regresar cada vez que me inviten. Y recordándome a mí mismo, de paso, que mi novia Dania me espera ansiosa en La Habana…
¿Qué me queda, entonces, en Les Imaginales 2014? Dar las últimas vueltas fotografiando muchachitas que disfrutan paseándose semidesnudas y con pinturas corporales de elfas y de n´aavis de Avatar, y comprarme 3 t-shirts ¡y el par de cuchillos en media luna, que un gusto es un gusto! Secuestrar a la buena de Cristina para que me acompañe a buscar desdorante y cuchillas de afeitar (en vano)  más cepillo sde dientes, pasta dentrífica, un pomo de nutella y cositas así (repongo la barra de chocolate Mars y los Pringles que devoré la priemra noche del minibar de mi habitación, pero no encuentro Pepsi Cola en botella de vidrio… bueno, 2 de 3 es buen promedio, y nadie es perfecto), en uno de los pocos sitios abiertos en domingo en una ciudad francesa.
Luego armar la maleta, ponerme el t-shirt negro con la cabecita de gato que tanto me gusta, y llegar a le Accueil para que el auto nos lleve a la estación de trenes (por suerte, la local, no la de Nancy, o no me habría dado tiempo), de la que a las 6 menos 10 salimos hacia París.
Por supuesto, el viaje no termina ahí. Falta bajarse en la Gare de l´Est parisina, y tomar el metro por una parada para descender en el Boulevard Magenta, donde tengo reservación para la noche de domingo a lunes en el hotel del mismo nombre. Y el lunes, temprano en la mañana, desayunar, que el vuelo de Air Europa París-Madrid-Habana sale poco antes de las 11. Falta el metro hasta Demfert-Rochereau, Orlybus hasta el aeropuerto; lo mismo de antes, pero al revés.
Falta también buscar los últimos regalos en las tiendas duty-free del aeropuerto de Orly y del de Barajas, en Madrid: la gorra para Eric, una botella de buen vino y chocolate negro para Dania, un e-reader nuevo ¡y kindle! con una cubierta blindada para mí (ignorante de que debía configurarlo por wifi, tecnología más bien problemática en Cuba, aún no he podido utilizarlo) y el Lego para Alain: uno de Star Wars, el general Grievious y su rueda con patas.
Falta encontrarme, en el aeropuerto de París, con Ada y Luis Augusto, amigos habaneros de viaje por Europa ¡y luego dicen algunos que el mundo no es un pañuelo! Faltan las largas 9 horas de vuelo Madrid-Habana, durante las que finalmente compraré el adaptador universal de espigas por el que suspiré los 4 días en Francia (y tiene hasta para USB) para mí, más un par de cervezas españolas Mahou sin alcohol para Dania… y algún regalito más.
Falta, en fin, el trámite aduanal de reentrada a Cuba, con las miradas todavía más suspicaces que al llegar a Europa. El trayecto del aeropuerto al Vedado, en el carro de Sergito, amigo cumplidor que me estaba esperando desde media hora antes de aterrizar el vuelo… y falta sobre todo el momento de llegar a casa, de saludar a madre, novia e hijo de la novia, entregar regalos, contar historias, mostrar fotos, olfatear de nuevo la casa, el cuarto, la cama. O sea, REGRESAR, con todas las letras.
Falta aún todo eso, sí… pero ahora, que estoy en el TGV en dirección a París, rodeado de gentes cuyas sonrisas he visto por 4 días en Les Imaginales, ya asimilo que el evento y el viaje terminaron para mí.
Lo demás… es inercia y trámite.
Y, por supuesto, la esperanza de que en un par de años me vuelvan a invitar para presentar nuevos libros, conocer nuevos autores, reencontrar viejos conocidos…

                                                                                                            11 de junio de 2014

Sobre el Autor:
Sánchez Gómez, José Miguel “Yoss” (La Habana, Cuba, 1969) Licenciado en Ciencias Biológicas por la
Universidad de La Habana en 1991. Comenzó a escribir a los quince años, con su incorporación a los Talleres Literarios.
Principales premios obtenidos: Premio de cuento de ciencia ficción de la revista cubana Juventud Técnica, 1988; Premio David de ciencia ficción 1988 con el libro de cuentos Timshel (publicado por Editorial UNION, 1989); Premio Plaza de ciencia ficción, 1990; Premio de cuento de la revista cubana Revolución y Cultura 1992 con Las avispas no saben llorar (publicado en la misma revista, 1992; Anuario de Narrativa de la UNEAC, 1994); Premio de cuento Ernest Hemingway, 1993; Mención en el Premio UNEAC de novela Cirilo Villaverde 1993 con La cáscara de los perdedores; Finalista en el Premio Casa de las Américas de novela 1994 con Jugando a rumiarse el tiempo; Vencedor en la segunda convocatoria del concurso Los Pinos Nuevos, 1995, con el libro de cuentos W, (publicado por Editorial Letras Cubanas, Colección Cemí, 1997); Mención en el Premio UNEAC de cuento Luis Felipe Rodríguez, 1995; Mención en el Premio de cuento de la revista La Gaceta de Cuba, 1996; Premio de Cuento de Amor de Las Tunas 1998, con Círculos del dolor (publicado en la antología Otra vez todo el amor, 2000; y en las revistas Cúpulas, cubana, 2000, y Capital, italiana, 2000); Premio Luis Rogelio Nogueras de ciencia-ficción 1998, con Los pecios y los naúfragos, (publicado por Ediciones Extramuros, 2000); Premio Aquelarre 2001 de texto humorístico, con Las chimeneas (cuento de ciencia ficción) (Publicado en la revista Limes (Italia) 2004, y en la selección de cuentos La causa che rinfresca e altre meraviglie cubane. Edizione Estemporanee, 2006); Premio Farraluque de cuento erótico 2002, con El infinito en un triángulo; Premio de novela corta de ciencia ficción de la Universidad de Carlos III, Madrid, Getafe (España), 2002, con XXXXX…L. (Publicado por la editorial universitaria homónima, 2004); Mención especial (ex-aequo) en el Premio UPC de Novela Corta de ciencia ficción 2003 (España) por Polvo rojo (publicado por Ediciones B, Colección Nova en el volumen Los Premios UPC 2003, 2004); Premio Calendario de la AHS en ciencia ficción 2004 por el libro de cuentos Precio justo (publicado por la Editorial Abril, 2006); Premio Domingo Santos de cuento de ciencia ficción (España) 2005 por Morfeo verdugo; Tercer premio de cuento Casa de Teatro (República Dominicana) 2006 por El puente rojo.